Capítulo 21 — El marqués Arturo Northfolk
Virginia lo reconoció al instante. Era él. Arturo. Su Arturo. Durante un segundo que le pareció eterno, quedó helada, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra logró escapar. Todo en ella clamaba que era imposible, que el universo no podía jugarle una broma semejante, y sin embargo allí estaba, tan real, tan tangible, descendiendo de aquel carruaje con una elegancia innata.
El conde, sin percatarse del torbellino interno que la desgarraba, la llamó con su voz grave y afectuosa:
—Señorita Virginia, venga. Quiero presentarle a nuestro invitado, que permanecerá un par de días en la residencia.
Y, como si el destino se burlara de ella, pronunciaron al mismo tiempo:
—Él es Arturo… —dijo Virginia, apenas en un murmullo.
—El marqués Arturo Northfolk —anunció el conde con solemnidad—, hijo del duque de Ashbourne.
Virginia sintió un vacío en el estómago, como si el suelo se hubiera desplazad