Pero había fracasado.
Ya no creía en el amor y no se atrevía a aceptar los sentimientos de nadie.
Pero ahora, Manuel estaba sentado a su lado, confesándole abiertamente sus sentimientos por ella.
Manuel había considerado todos sus reparos y los había resuelto.
Incluso se había esforzado en convertirse en el tipo de hombre de éxito que pensaba que a ella le gustaba.
¿Qué mujer no se conmovería ante un amor tan profundo?
La voz de Elena sonó inusualmente ronca: —Manuel, no merezco que me quieras tanto, temo que puedas decepcionarte.
Manuel soltó una risa suave: —Qué tonterías dices. Quererte es mi elección, no tienes por qué temer nada, ni hay la cuestión de si lo mereces o no.
»Elena, eres excelente y maravillosa, mereces que te quieran. No dudes de ti misma por un matrimonio fallido.
Elena sintió de nuevo ese calor en su corazón, jamás había oído palabras tan conmovedoras.
Fuera sincero o fruto de su conocimiento de las mujeres, Elena se lo agradecía profundamente.
—Manuel, gracias, pe