Elena levantó la vista hacia él. —Doctor Julio, ¿hay algo más?
La expresión de Elena era muy serena, como si mirara a un extraño, sin el entusiasmo y el brillo que solía tener cuando lo miraba.
Julio sintió una opresión en el pecho. —Estos días me he lastimado la mano y estoy de descanso. ¿Tienes tiempo para que vayamos juntos al gran teatro de la capital a ver una ópera?
Elena ni siquiera le preguntó la causa de la lesión, sino que simplemente le informó: —Estoy muy ocupada, no tengo tiempo.
Normalmente Julio no habría insistido más en esa situación, pero en ese momento no quería que Elena se fuera así.
Entonces agregó: —Es Romeo y Julieta, que a ti te gusta, y los actores son de renombre nacional...
—Julio —Elena lo interrumpió—, en realidad no me gusta nada ir a la ópera. Iba a acompañarlo y fingir interés, solo para complacerlo.
»Comparado con estar sentada horas en el teatro, prefiero ir a escalar una montaña o salir a comer y beber.
»Así que su madre tenía razón, mis gustos y afi