Elena miró hacia atrás y se encontró con Manuel, que había bajado de un coche.
Llevaba en la mano unos pinchos y varias botellas de cerveza.
Recordando que en una conversación previa ella había mencionado que le gustaría tener unos pinchos y unas cervezas, ¿acaso Manuel lo había recordado y le había traído eso especialmente?
—Elena, ¿qué haces aquí?
Manuel se acercó a ellos y miró al hombre que acompañaba a Elena. —¿Y este quién es?
—El doctor Julio, mi marido.
—Manuel, un amigo mío. —Elena presentó a Julio a su amigo.
—¡Ah, doctor Julio! ¡Encantado! —Manuel extendió una mano hacia Julio.
Julio echó una mirada al señorito, y también a los pinchos y la cerveza. Frunció levemente el ceño.
Aun así, Julio, bien educado, le estrechó la mano. —Encantado.
—Doctor Julio, he venido a buscar a Elena y a mi cuñada Bella para comer algo juntos. ¿Se une? —ofreció Manuel con amabilidad.
Julio, que no solía hablar mucho con gente que no conocía bien, respondió.
—No, gracias.
Después, dijo a Elena: —T