De la actitud respetuosa de los hombres no era difícil deducir la posición de señor Llona.
Ellos recibieron las pertenencias de Natalia y todos juntos salieron del hotel.
—Director Romero, qué casualidad, ¿has ido a comprar comida?
Natalia, con su vista aguda, vio a Pedro y lo saludó proactivamente.
Pedro preguntó en tono leve: —Señorita Llona, ¿a dónde vas?
Natalia explicó los arreglos que había hecho el señor Llona.
—Director Romero, de verdad lo siento mucho por todas las molestias de hoy. Y también, hace un rato, me asusté un poco y pedí a la señorita Fernández que se quedara conmigo. Si eso ha afectado la curación de tu herida, solo puedo disculparme. —Natalia lo dijo de manera franca y amable.
Pedro miró a Bella pero no dijo nada más.
—Entonces me voy primero, ¡adiós!
Natalia les hizo un gesto de despedida y subió al lujoso automóvil.
Cuando el coche se fue, Bella no pudo evitar preguntar: —¿El padre de la señorita Llona es una persona muy influyente?
Pedro respondió de manera co