La situación de Deirdre era crítica. El personal de urgencias necesitó horas de agotador esfuerzo y concentración para operarla. Todos trabajaban con la respiración contenida y nadie se atrevía a relajarse. Cuando por fin finalizó, exhalaron un suspiro colectivo de alivio.
Después la enviaron de vuelta a la mansión o para ser más exactos, la pusieron en cuarentena. Brendan contrató a más vigilantes para que se ocuparan de ella y ahora era una mujer ciega que había perdido incluso el privilegio de salir a la calle.
El propio Brendan parecía haber desaparecido de su vida. Le preguntó a uno de los guardaespaldas dónde estaba y lo único que recibió fue un despectivo: "Ni idea".
Unos días después, mientras Deirdre bajaba las escaleras, oyó a los guardaespaldas charlando entre ellos. "No estoy bromeando. Esta m*erda me sigue dejando perplejo. ¿Por qué el señor Brighthall mantiene a la señora Quasimodo en su campanario? Casi creo que está planeando que ella reemplace a la señorita McKinne