El día de la boda por fin había llegado. Era el día en que Faye y Philip debían casarse. El salón brillante estaba lleno de risas, música y un suave murmullo de emoción. Los invitados con ropa elegante caminaban de un lado a otro, tomando fotos y saludando. Flores llenaban cada rincón y el aire olía dulce y fresco.
Pero en medio de toda esa alegría, Faye estaba sentada en silencio en su sala de preparación. La maquilladora se inclinó cerca, aplicando con cuidado un labial rosa suave sobre sus labios. Casi termino señora dijo con amabilidad.
Faye no respondió. Sus ojos estaban apagados y pesados, sus pensamientos lejos. Incluso con su vestido blanco adornado con pequeñas perlas y encaje, parecía triste, perdida en su propia tormenta.
Afuera la gente felicitaba a los padres de Philip. Su madre estaba radiante de orgullo y su padre sonreía mientras asentía ante cada cumplido. Parecían tan orgullosos, tan seguros de que ese día era perfecto.
Pero para Faye no se sentía perfecto en absolut