Renacer por amor: Reconquistando a la esposa olvidada

Renacer por amor: Reconquistando a la esposa olvidadaES

Romance
Última actualización: 2025-03-05
Elena Poe  En proceso
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Resumen
Índice

Aarón Maxwell, heredero de una de las fortunas más poderosas del país, es un hombre roto por dentro. Marcado por un secuestro en su adolescencia que lo dejó discapacitado y por el desprecio constante de su familia, ha construido una coraza de frialdad y cinismo que lo mantiene alejado de todos, incluso de su esposa, Aria Duarte. Aria, una mujer dulce y resiliente, aceptó un matrimonio arreglado con Aarón para salvar a su familia, pero con el tiempo, su amor por él creció en silencio. Sin embargo, Aarón nunca la miró de verdad, tratándola con indiferencia durante años. Todo cambia cuando un atentado deja a Aarón al borde de la muerte. En sus últimos momentos, se da cuenta de que Aria siempre lo amó incondicionalmente, pero es demasiado tarde para enmendar sus errores. O eso cree. El destino le da una segunda oportunidad: Aarón despierta en el pasado, un año después de haberse casado con Aria, con los recuerdos de su vida anterior intactos. Ahora, con la determinación de cambiar su futuro, debe proteger a Aria de peligros que aún no han sucedido, enfrentar a enemigos que conspiran en las sombras y, sobre todo, reconquistar el corazón de la esposa que una vez olvidó.

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Capítulo 1

Capítulo 1

La lluvia golpeaba con furia el parabrisas, formando un velo distorsionado de luces y sombras. Dentro del auto, Aarón Maxwell apenas parpadeaba, su mirada gris perdida en la pantalla de su teléfono. Sus dedos se deslizaban sobre los documentos electrónicos con la misma frialdad con la que manejaba los asuntos de su empresa… y de su vida. Afuera, la ciudad se extendía en una mezcla de neón y asfalto mojado, un escenario tan indiferente como él mismo.

—El clima está pesado esta noche, señor Maxwell —comentó Marco, su chofer, sin apartar la vista del camino.

Aarón no respondió de inmediato. Su mente vagaba en un lugar al que nunca le gustaba ir. En la imagen de su esposa, sentada sola en el comedor de la mansión, con su mirada dulce y contenida, con la esperanza rota en cada palabra no dicha.

—Desvíate por la avenida central. Quiero evitar el tráfico —ordenó con tono seco.

Marco asintió, girando el volante con precisión. Fue entonces cuando Aarón notó las luces en el retrovisor. Dos faros acercándose a velocidad alarmante.

—Señor…

El impacto fue brutal.

El auto se sacudió como un juguete lanzado contra una pared. El sonido de metal contra metal retumbó en la noche, seguido por el estallido de los cristales. Aarón sintió el aire arrancado de sus pulmones, su cuerpo siendo lanzado contra el asiento. Un segundo choque. Un grito ahogado de Marco. Y luego, el fuego.

El dolor lo consumió. Un ardor abrasador se extendió por su costado, su cabeza zumbaba con un sonido ensordecedor. Su visión se volvió borrosa, y antes de que la oscuridad lo reclamara, solo un pensamiento cruzó su mente:

Aria…

El silbido intermitente de las máquinas era lo único constante en la habitación. Un ritmo monótono, mecánico, como si contara los segundos entre la vida y la muerte.

Aria Maxwell llevaba horas allí, sentada junto a la cama de su esposo, con los dedos aferrados a la sábana blanca como si de ello dependiera su propia estabilidad. Su corazón martillaba en su pecho con cada pitido del monitor, con cada exhalación débil de Aarón. La luz pálida del hospital acentuaba su piel ya de por sí nívea, y sus ojos ámbar reflejaban el peso de noches sin dormir.

—Hola, Aarón…

Su voz fue apenas un murmullo. No sabía si él podía escucharla. No sabía si despertaría.

—No sé si puedes oírme… pero aquí estoy. No quiero que estés solo.

Su mano temblorosa alcanzó la de él. La sintió fría, inerte. Un nudo se formó en su garganta.

Había pasado tanto tiempo deseando que él la mirara, que pronunciara su nombre con algo más que indiferencia. Pero nunca había sucedido. Aarón Maxwell era un muro infranqueable, un hombre que parecía existir en un mundo donde ella no era más que una presencia insignificante.

Y sin embargo, aquí estaba.

—Te ves tan frágil… —susurró, esbozando una sonrisa trémula—. Nunca pensé que vería a Aarón Maxwell así… vulnerable.

Se inclinó apenas, dejando que su frente tocara con suavidad el dorso de su mano. No lloraría. No podía permitírselo.

—No sé por qué me duele tanto verte así… —su voz se quebró—. Después de todo, tú nunca me quisiste, ¿verdad?

Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. Solo el pitido del monitor llenó el espacio entre ellos.

Pero Aarón sí la escuchaba.

En la oscuridad de su mente, sus pensamientos eran un torbellino de memorias. Su indiferencia. Su frialdad. Aria siempre había estado ahí, en las sombras de su vida, esperando… amándolo en silencio.

¿Nunca la quise?

Las imágenes de ella lo golpearon con una intensidad feroz. Sus sonrisas contenidas. Su mirada anhelante. Su voz cuando le deseaba un buen día y él nunca respondía.

El puñal de la verdad se hundió en su pecho.

Y por primera vez en su vida, Aarón Maxwell quiso una segunda oportunidad.

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