Sophia

Estaba sentada en mi sala, aburrida hasta la muerte. Lumina había arruinado mi día, ya que tenía la intención de pasar un tiempo con su compañero, pero debido a la situación, estaba de vuelta en casa, bebiendo una copa de vino y admirando el vendaje profesional en mi mano quemada, cuando sonó mi teléfono, sacándome de mis pensamientos.

Lo tomé de inmediato, pensando que sería Xenois llamando para saber cómo estaba, como de costumbre. Pero el número en el identificador de llamadas me hizo detenerme: era Silvia Blackwood.

La madre de Xenois no me había hablado desde que dejé Arroyo de Plata hace años, y ciertamente no esperaba saber de ella ahora.

Dejé que sonara dos veces más, componiéndome antes de contestar con sorpresa en la voz.

—¿Señora Blackwood? Esto es inesperado.

—Sophia, querida —su voz era exactamente como la recordaba, culta y segura, mostrando que estaba acostumbrada a conseguir lo que quería de la gente—. Espero que no te importe que llamara, conseguí tu número del