Vuk Markovic
El hombre que estaba allí sonrió como si ya supiera la respuesta.
Y la sabía.
—Presidente Ivanov —murmuré por lo bajo, enderezando mi postura.
De mediana edad, afilado como una hoja a pesar de las arrugas alrededor de sus ojos, y un hombre al que jamás se le decía “no” —no si valorabas tu posición, tu reputación o tu vida.
Había sido uno de los aliados más cercanos de mi padre antes de que todo se viniera abajo.
El tipo que brindaba en las cenas familiares y enviaba condolencias en los funerales.
Ahora, era el tipo al que le gustaba recordarme que le debía —por mantener el imperio en pie después de la muerte de mis padres.
Sonrió y alzó su copa.
—¡Vuk! Ven, siéntate. Únete a nosotros. ¿Desapareces por meses y de repente apareces sin avisar? No es manera de tratar a tus mayores.
—Presidente —saludé con frialdad, obligándome a asentir con educación.
—Tan frío como tu padre —rió, señalando la silla junto a él—. Siéntate, chico. No muerdo.
Me senté, pero cada músculo de mi cu