Las puertas se abrieron al mismo tiempo, y los hombres vestidos con trajes negros, con el emblema de la Familia Genovese bordado en el pecho, bajaron rápidamente de los autos.
Sus miradas eran gélidas y, sin excepción, todos sostenían un arma en las manos.
Las chicas del "hermandad" de Mela retrocedieron asustadas, algunas no pudieron evitar taparse la boca, conteniendo el aliento por miedo.
Mela, rápidamente, dejó caer el palo que sostenía y se acercó a ellos con una sonrisa en el rostro.
—¡Bienvenidos! ¿Cómo es que no me dijeron que venían, para haber podido preparar todo?
Mela trató de mantener la calma, pero su voz sonaba excesivamente aduladora:
—¡Ay, no me avisaron de su llegada! ¿No podían haberme avisado para que me pudiera preparar?
Sin embargo, nadie le prestó atención.
Un hombre alto, con guantes de cuero negros, dio un paso firme hacia adelante. Su expresión era severa, y con voz profunda y autoritaria dijo:
—Despejen la sala más grande, la reina de la Familia Genovese está