Me llevé las manos a la cabeza al ver a todos aquellos hombres lobo franceses atados y amordazados con cinta aislante, apostaría que habían gastado más de diez rollos.
—¿Cuántos son?— pregunté, aunque ya estaba dando vueltas a qué hacer con ellos.
—Treinta y cinco.— respondió Ayax.
—Pero hay otros dos en la cocina.—añadió Duke, cuando me giré hacia él comprendió que faltaba información.— Todos parecían estar en su contra y querían hacerles daño, por eso les dejamos a parte.
—Ve a comprobar que siguen ahí.— ordené y él obedeció rápidamente.
—Sí, todo bien.— anunció desde la cocina.
—De acuerdo, ¿qué se hace con los prisioneros de guerra?— pregunté en voz alta, aunque