—Combien il y a?— probablemente dijese mal esta frase pero estaba tan agitada que no era capaz de pararme a pensar en la gramática.
—Mille neuf cent quatre-vingt-dix-ne...— hubiese seguido hablando pero le corté. Había más de mil novecientos hombres lobo franceses allí.
—Allez, allez.— le agarré bruscamente del brazo y volví a meterlo en el maletero, estaba muy débil y no podría hacer daño a nadie. Los demás miraron su herida y quedaron aterrados.
Al ver aquella escena me sentí bastante culpable. Había mutilado terriblemente a uno con el objetivo de sacarle información. Casi ahogo a otro para infundir respeto y lograr una confesión. Había vuelto a uno de ellos en contra de todos los demás al hacerle un soplón movido por el amor. Y había drogado a otro