Al pie del imponente edificio de la corporación Wharton, ajusté mi estado de ánimo, poniendo en orden los papeles del diagnóstico de Sonia. Con ellos en mano, salí del coche y caminé con paso decidido hacia el interior.
Era mi segunda vez aquí. La primera vez que vine fue para reclamar mi identificación a Hernán, y terminé discutiendo con él y con Sofía.
¿Cómo sería el resultado de nuestra comunicación esta vez? No esperaba que fuera mucho mejor.
Cada vez que venía aquí, surgían conflictos con ellos.
O más precisamente, cada vez que veía a Sofía, estábamos destinados a librar otra batalla.
Resultaba difícil imaginar cómo había sido la vida de la familia Cintas durante este tiempo. En este entorno, Sonia fue diagnosticada con cáncer de hígado.
Sofía y Joana, madre e hija, me parecían despreciables.
Me preguntaba por qué Hernán podía soportar que Sofía y Joana maltrataran a su madre. Si fuera yo, definitivamente no me quedaría de brazos cruzados.
También culpaba a Sonia por su actitud pa