300. Promesas
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Al salir del restaurante, la tarde caía y el viento frío los envolvía con su brisa fresca y el tenue resplandor de las farolas. Julieta caminaba a su lado con aparente tranquilidad, aunque su mente aún debatía lo inevitable. Se resistía a darle una oportunidad, pero Maximiliano no era de los que se rendían fácilmente.
—No tiene sentido seguir peleando contra lo inevitable, Julieta —le dijo con su tono más persuasivo, entrelazando sus dedos con los de ella.
—Eres demasiado insistente —suspiró ella, aunque no apartó su mano.
Maximiliano sonrió, satisfecho.
—Y siempre consigo lo que quiero —agregó mirándola intensamente.
La amenaza de Dimitri aún pendía sobre ellos como una sombra silenciosa, pero Max ya había tomado todas las precauciones necesarias. La policía estaba al tanto y sus guardaespaldas los seguían a una distancia discreta, listos para cualquier eventualidad.
—Solo falta capturar a Dimitri —murmuró Julieta, con una leve preocupación en su voz.
—Es cuestión de tiempo —asegu