Me observó atentamente.
Le devolví la mirada.
Se levantó y rodeó el escritorio. Se apoyó en él despreocupadamente, un movimiento asertivo que me hizo preguntarme si ahora era cuando iba a enfrentarse a mí sobre mis verdaderas intenciones.
"¿Eres infeliz?", preguntó. Su voz bajó hasta convertirse en