Desde el momento en que Víctor había entrado en el lugar y puesto los ojos en su compañera, él sabía que no permitiría que aquellas criaturas salieran de allí vivas.
No perdonaría a nadie y haría hincapié en dejar a los Lobos que habían golpeado a Christen por último para destrozarlos uno por uno con sus propias manos.
O mejor dicho, garras.
No perdonaría a nadie.
Lo bueno es que pronto Christen estaría bien, pues Olivia curaría sus heridas. Ahora debía concentrarse en eliminar al líder, y el resto de la manada caería ante sus hombres.
Y eso es lo que hizo.
Mohammed parecía haberse dado cuenta de que enfrentarse a él en un combate cuerpo a cuerpo había sido un gran error. Aunque el hombre mayor era más experimentado, Victor y su Lobo eran mucho más fuertes y violentos. Y, con cada ataque que sufría, más se daba cuenta que perdería su vida por un Lobo mucho más joven y menos experimentado que él.
¡Maldición!
Las garras eran afiladas y la fuerza ejercida por el cuerpo del Lobo era muy s