Ambas mujeres lucen más delgadas, en ese lugar a veces no les da hambre y no comen por depresión. Pero ese día ambas terminaron todo lo de la bandeja, y no tardaron nada en perder el conocimiento.
—¡Ingenuas! Dijo Helen, al comprobar que ninguna reaccionaba, luego salió a hurtadillas y fue en busca de un guardia. Este la ayudó a sacarlas y las metieron en un contenedor de ropa sucia y fue así como lograron sacarlas del castillo.
Helen no levantó sospecha, tenía sus métodos y podía comprar a los guardias del lugar.
Dos horas después, Nicole sintió que la brisa fresca le dio en el rostro y frunció el ceño al sentir la claridad del día.
—¿Qué es eso? Ella también podía escuchar el canto de las aves, y cerca de donde se encontraban ellas, pasaba un riachuelo.
¡Ese sonido! Nicole se sentó de golpe y vio a su hija que tenía la cabeza recostada en sus piernas.
—¡Victoria, abre los ojos, mira a tu alrededor! Nicole no lo podía creer, hacía tiempo que no se sentía tan libre como ese día.
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