El amo de los disfraces.
— A veces el pasado nos recuerda quienes somos y de dónde venimos, y quizás lo mismo le sucedió a Thiago, mientras conduce. Echó un vistazo por el retrovisor y logró ver la mirada de Diego, solamente una vez lo había visto así. En ese instante los ojos de Rayo se cristalizaron y detuvo el auto en medio de la nada.
—Diego, sal del auto— dijo en un tono un severo. ¿Está enojado? Se peguntaba el joven; de hecho, Douglas y Aron también se sorprendieron.
Lo cierto es que Rayo bajó después de Diego y antes le pidió a Javier que moviera el auto hacia adelante. Sea lo que sea que dirá, no quiere que nadie se entere.
Estaban en medio de una colina y desde ahí podían ver toda la ciudad. Una vez que estaban solos, Rayo estiró su mano y sujetó la de Diego.
—¿Sabes por qué estoy tan enojado? Preguntó Rayo sin soltar la mano de su hijo y mirando hacia la iluminada ciudad.
—¿Por mi terquedad? Porque dudé de ti y puse a mi familia al borde de la muerte. Diego era consciente de todos sus errores.
—¡No