Continúa Zoe
Quisiera creer que Edgar no escuchó nada de lo que me dijo Ana, ya que no sabría si sería bueno enterarse de todo esto y que era capaz de hacerle a la pobre mujer.
—¿Qué os pasa? — cuestionó al vernos nerviosas.
—Nada— me acerco a él, pero Edgar sigue examinando a Ana y después deja caer su vista sobre mí.
Nos estaba estudiando.
—¿Desayunaste? — pregunté para desviar su mirada y que esta se relajara.
—No, pero...— vuelve a mirar a Ana.
—¿Te apetece desayunar en el jardín?
—Sí, vale.
Tiré de su mano y Ana asiente para que nos llevara el desayuno afuera, sujeto su mano y su altura me supera por muchos centímetros.<