CAPITULO 3 PEDIATRA

POV HOLLY

3 MESES DESPUES

—Mi amor, no te muevas.

—Duele—lloriqueó mi hija.

—Solo será—le di la vuelta a la liga—, listo.

Ambas soltamos un jadeo aliviado.

—Me punza la cabeza—protestó mi hija.

—¡Alice, no te toques el cabello! —aprecié la obra de arte que había hecho con el cabello de mi hija, un moño—, necesitaré ver más tutoriales de peinados.

—Por favor, mami—lloriqueó.

—No está tan mal, ahora que la tía Dany no está para peinarte, debo hacerlo yo—si tan solo hubiese aprendido de mi hermana Dany a peinarme, ahora no estaría sufriendo con mi hija. Me alejé para apreciarla y ella abrió los ojos—, una vuelta…—lo hizo—, ¡hay mi amor, estás hermosa! —hizo una pose como la mujer maravilla, sonriendo anchamente—, solo una foto—bueno, no solo una, sino varias—, listo, toma tus botas y el abrigo.

Hace tres meses se abrieron inscripciones de distintas clases recreativas en el gimnasio de mi cuñado Everett, que ya no es un gimnasio, ahora es un centro de deportes. Alice quiso entrar a tae kwon do, me sentí preocupada y muy sorprendida, creí que elegiría otra actividad, pero me relajé al ver que le emocionaba bastante. Alice no es una niña ruda, pero, es determinante, si ella se sentía feliz, entonces era lo mejor, podría conocer a más niñas además de estar con su hermano.

Tony se decidió por Kung fu, le enseñarían disciplina, no es que mi hijo fuese muy desobediente, pero, si eso le servía entonces estaba bien por mí, ambas disciplinas les ayudarían para su concentración, no estarían solo en casa devorando cuanto libro podían, me estaba quedando sin librerías que recorrer, además podrían hacer amigos.

Por mi parte, retomé mis clases de Heels Dance, anteriormente solo había asistido tres semanas y de eso ya había pasado mucho tiempo, ahora llevaba tres meses. Ya había superado el intenso dolor del cuerpo, las apoyas y los moretones, además de la coreografía grupal, ahora estoy trabajando con mi propia coreografía.

Por cierto, Dakota también vine conmigo.

Antes de ir a las clases, los niños tenían cita con el pediatra, hace dos meses iniciamos su tratamiento para la alergia, la inmunoterapia sublingual, además de que siempre llevaba conmigo epinefrina de emergencia, solo por si acaso.

En cuanto llegamos al consultorio le indiqué a recepción sobre nuestra cita. Los niños ya sabían dónde estaban los juguetes, así que tomaron un scrabble y comenzaron a armar sus palabras.

Un doctor entró a la salita de espera, quizá era nuevo, no lo había visto rondar por aquí, era joven. Se dirigió hacia la secretaria, ella le dijo algo y luego apuntó hacia nosotros. 

—Señora Austen—el doctor se acercó hacia mí.

—Eh, señorita—aun no me casaba, todavía me sentía ofendida si me decían señora, digo, no soy tan vieja, aún era señorita.

Me tendió la mano, al tocarnos sentí un ligero chispazo, apenas perceptible, ambos nos dimos cuenta, el doctor me miró fijamente, tan extrañado como yo por aquella corriente eléctrica.

Carraspeó ligeramente.

—Disculpe, soy el doctor Rafael Quintana.

Sinceramente era un hombre atractivo, tenía cierta complexión definida, su barbilla era partida, de rostro limpio, y su sonrisa simpática, tenía gafas y tras ellas unos ojos castaños que destilaban amabilidad.

—U… un gusto—comencé confundida—, esperábamos al doctor Taracena.

—Sí, el doctor Taracena pidió una licencia—explicó—, así que lo cubriré por hoy.

Asentí.

Se giró para con los niños, se agachó para ver lo que hacían.

—Guao, ¿cuantas palabras construyeron?

—Son cincuenta palabras por minuto—se quejó Tony, vi como la mandíbula del joven doctor casi caía al suelo—, pudieron haber sido más, pero nuestros dedos son lentos.

—Tony, no abrumes a las personas nuevas—Alice regañó a su hermano, luego se volvió hacia el doctor con una ancha sonrisa—. Hola, señor doctor.

El doctor Quintana se recompuso.

—Ya había escuchado de ustedes—contestó amable, luego volvió a girarse hacia mí—, son muy famosos por aquí.

Yo sé que quizá debía estar alagada por que las personas admiraban a mis hijos, pero, no me gustaba que había tres doctores insistentes en realizar estudios a mis hijos, no fue hasta que vine con mi padre para que él les soltara una advertencia legal, solo así dejaron de acosarnos y no los he visto por aquí.

El nuevo doctor nos hizo pasar hacia su consultorio.

—Veo que están listos para sus clases—les habló señalando sus trajes—, yo también hacía un poco de karate cuando era pequeño—simpatizó con los niños.

—Yo estoy en tae kwon do

—Y yo Kung fu.

—Maravilloso—sí, realmente estaba fascinado—, ¿Quién puede decirme como se llama esto? —sacó su estetoscopio.

Sinceramente hizo un gran esfuerzo tratándolos como niños y mis hijos haciendo un intento de caerle bien al doctor para evitar a toda costa alguna inyección (si fuese el caso)

Les dio aquella píldora y nos esperamos el tiempo suficiente, las reacciones ya eran más leves. Mientras pasaba el tiempo, el doctor entablaba conversación con los niños, rápidamente lo adentraron a su mundo, el universo, las estrellas, los planetas y un largo etcétera.

Para cuando el tiempo pasó, los niños ya comenzaban a inquietarse, dando vueltas por todo el consultorio, eran niños genio, pero, al final, niños y como todo niño también se aburrían y se ponían inquietos.

Saqué el mini tablero de Batalla naval y se los tendí, en segundos se pusieron a jugar, nunca salía de la casa sin algún entretenimiento para ellos. 

—¿Puedo hacerle una pregunta?

—Claro.

—¿De verdad han leído libros de Niel Degrasse?

—Sí, es su favorito—admití—. Fue mi culpa—me reí—, tenía ese libro a su alcance, lo descubrieron y de pronto ya estaban hablándome sobre las maravillas del universo.

—¿Usted tenía ese libro? —me miró incrédulo.

¿Qué tenía de malo?

—Sí, lo leí cuando tenía catorce—su rostro iba a sufrir una conmoción—, si, ya sé que las chicas de catorce años se interesan por revistas y no por los libros así, pero, en realidad me gustó.

Su ceño se suavizó.

—No era mi intención ser bastante impertinente.

Me encogí de hombros.

—Puede que esté un poco acostumbrada.

Sonrió suave.

—Ya entiendo todo, no necesitan ninguna prueba genética ni nada por el estilo, está claro que heredaron la inteligencia de su madre.

—Puf—me reí con ganas—. Tomaré eso como un alago, pero, yo no tengo ninguna genialidad como ellos, mírelos.

Se recargó en su escritorio, los vio por un momento.

—Se necesita bastante inteligencia para manejar no solo uno, sino dos niños genios—Se volvió hacia mí—. Tiene los hijos más maravillosos que haya conocido—me miró fijamente—, su padre debe estar muy orgulloso de ellos.

—Lo está, si—vi que su sonrisa cayó un poco—, recientemente lo conocieron, creí que habría alguna alteración en cuestión de su conducta, salvo por el hecho de que comparten cierta angustia si no lo ven, no hay gran cambio.

—Ah, no viven juntos—indagó.

Me encontré sintiéndome bastante confiada.

—No, claro que no, él vive en un departamento, ahora está de viaje.

—Entiendo—su sonrisa volvió a aparecer—, eh, recetaré vitaminas, sus signos son bastante buenos, pero, su cerebro consume muchos nutrientes, más con ese nivel de inteligencia que tienen.

—Si… trato de darles una alimentación balanceada, desde que comenzamos el tratamiento les he dado una almendra como lo indicaron. La terapia está dando resultado.

—Me alegra escucharlo, es usted una madre muy entregada—me tendió la receta y al tomarla colocó su mano sobre la suya.

—Eh… gracias.

No son mis alucinaciones, este doctorcito me estaba coqueteando, mirada fija, lo he tomado por sorpresa viéndome, sonrisa sutil, ojos grandes, el cuerpo vuelto hacia mí, además de los halagos y su curiosidad, no tengo nada que ocultar, pero, a primera vista, si me llama la atención.

Terminamos la consulta.

Para cuando llegamos al centro deportivo Volcano (el cual fue nombrado como el apodo de Everett), Dakota ya estaba esperándonos.

Sé que estar en Heels Dance ayuda mucho a la autoestima, pero aún no me atrevo a salir en top como Dakota, ella está en corpiño diminuto y pans, traía puestos ya sus tacones, meneó su té helado.

—Aw, se ven tan tiernos.

—Tía Daky, verdad que me veo linda—mi hija dio una vuelta elegante.

—Te vez como la más hermosa de las princesas guerreras.

Dakota se agachó para con Tony.

—Estás listo para parecerte a Bruce Lee.

Tony hizo una pose y un salto.

—¡Y ha! —luego hizo una reverencia.

—Eso es—Dakota hurgó en sus bolsillos, sacó una lombriz de goma—, toma, una para ti y otra para ti, necesitan fuerza.

—Muy bien, guárdenla para después de clase—les dije antes de que se la comieran.

Dakota me ayudó a llevar a Alice al salón, llevé a Tony al suyo.

—Mamá.

—¿Si?

—¿Cuándo regresará papá?

Me estremecí.

—Espero que sea la próxima semana, aun no le han confirmado—pareció cabizbajo—, oye, tranquilo, llegará para tu presentación, ya verás—asintió sin decirme nada, lo abracé y le di un beso en la frente—. Bebé, ¿Qué te parece si le llamó por la noche?

—Está bien—pareció un poco más entusiasta.

—Ahora, a disfrutar tu clase.

Se adentró y rápidamente se integró con sus amigos.

James se tuvo que marchar hace un mes.

Después de haber apostado con el imbécil de Adam, James fue a mi casa como el descarado que es, en un intento vago y demasiado tonto para disculparse.

—Holly, lo hice por tu bien…

—¿Por mi bien? —bramé—, si hubiese querido tu ayuda te lo hubiera pedido, tu no figuras en mi vida personal, entiéndelo.

Negó con la cabeza.

—Eres la madre de mis hijos, me debo quedar contigo.

Oh dios.

—¿Y quién te hiso creer que yo quiero quedarme contigo? —pregunté exasperada—, no por que seas el padre de nuestros hijos debe haber algo entre nosotros.

—Escucha, como padre y hombre debo hacerme responsable de ustedes.

Intenté no fruncir el rostro en desagrado total, porque estaba a punto de explotar.

—No debes hacerte responsable de una m****a, deja a un lado tus creencias, ¿Qué me habías dicho antes? que si tuvieras un hijo no te harías responsable, ¿Por qué ahora vienes a decirme esto?

—Te dije que era diferente si se trataba de ti.

—De los únicos que te puedes hacer responsable es de los niños, no de mí, entre tú y yo no hay nada, ni lo habrá, esa es una línea que no tienes que cruzar.

—¿Cómo pretendes que me haré responsable si no nos casamos? —se abalanzó hacia mí en un abrazo.

Me removí con fuerza, estaba más que hecha una furia, lo empujé y le atenacé un puñetazo en la mejilla. 

—Entiéndelo imbécil, no habrá nada entre nosotros, ni mucho menos me casaré contigo.

—¡Ah! —se tomó la mejilla—. Maldición—adolorido y afligido, esa era su expresión—, pero Holly.

—¡No!, ¡Nada! no habrá nada entre los dos, ¿quieres hacerte responsable y cumplir tu tonto papel de hombre? entonces hazlo con ellos y ser un buen padre o piérdete para siempre.

En fin, pasó estos últimos tres meses como una sedita (dócil), de vez en cuando me traía chocolates a modo de disculpa, sus visitas solo se restringían a los niños, llevarlos al parque, a jugar, incluso el último mes los acompañó a sus clases. Debido a su trabajo lo mandaron por un mes a Oregón, pero aún no tenía fecha de regreso.

Para entonces, mi furia ya había descendido, lo hice por mis hijos, no era bueno que sus padres tuvieran mala relación, James y yo… no somos amigos, pero al menos estamos en buenos términos. 

De Adam no volví a saber nada, ni al día siguiente, ni el siguiente.

Simplemente se esfumó.

En cuanto las vacaciones terminaron y dieron inicio las clases, Eros estaba esperándome, pensé que quien se encargaría de todo iba a ser Nicholas, pero por suerte no y tampoco volví a verlo desde el cumpleaños de mis hijos.

Eros no dijo nada de su hermano, me pareció muy profesional, y yo tampoco le pregunté sobre Adam. El proyecto seguiría tal cual lo había firmado, salvo por el hecho que la supervisión la haría Eros.

Nicholas por otra parte…

Dakota había terminado su relación con él a los pocos días de que Adam se fue.

Fue algo extraño, Dakota no ha querido darme muchos detalles, bueno, me contó un poco, pero no entró en detalles. Creí por un momento, que Dakota se enojaría conmigo, pero me sentí mejor cuanto tomó el llavero y se lo rompió en la cabeza. Lamentablemente no salió herido, dejé que Dakota discutiera con él, lo corrió de mi casa y ella regresó a la fiesta. Éramos dos solteronas ahogadas en vino.

Aunque fue por poco tiempo.

Dakota rápidamente se desquitó buscando a otro chico, no me aprendí su nombre, porque después hubo otro… en fin, ha tenido cinco o seis parejas en estos últimos meses y yo, bueno, aprendí a hacer un uniforme de Kung fu, es un gran logro ¿no?

Nuestra clase de hoy sería un poco extensa, presentaciones de avance coreográfico, fui la segunda en pasar, debía aclarar que yo no había escogido la canción, sino que fue mi instructora, me gustaba la letra, y la música le daba un toque caliente, era lenta, pero intensa, Rosenfeld Till Death Do Us Part.

Era una vista sensual, ojos atrapantes, cabello revuelto, labios entre abiertos, piernas estiradas, figura arqueada, mis caderas moviéndose y pegándose al suelo, vueltas, estiramientos, tocamientos provocaciones y al final, el salón estalló en un barullo emocionante.

—Holly, de nuevo, open piernas—me dijo Verónica, mi instructora—, seis, siete, arriba, me quedo y me coloco, perfecto.

Después de esa corrección, fue el turno de Dakota, ella siempre encantaba con su actuación y su sensualidad estaba muy desarrollada, no le era difícil demostrarla, así que todas quedamos embobadas con su presentación, aunque al levantarse no calculó su peso y se fue hacia adelante, las más cercanas corrieron a ayudarle.

—¿Está bien?

—Si—dijo riéndose.

No pude quedarme al resto de las presentaciones, la hora de los niños estaba por terminar.

Tomé mis cosas, pero no me dio tiempo de quitarme los tacones, mientras caminaba hacia los salones de los niños, en el camino podía ver mi reflejo en los espejos y los cristales. Definitivamente mi autoestima había aumentado, ese durazno que tenía por culo me había costado mucho trabajo.

En mi vanidoso ensimismamiento no me percaté de:

Mis piernas y mi pecho chocaron con algo, salí volando hacia atrás, me di un golpe en la espalda y en el trasero.

Reaccioné, intenté incorporarme, justo a mi lado había un celular.

—Auch.

Miré hacia el frente.

—Oh, discúlpame, por favor—era un hombre que se incorporó con rapidez—, de verdad no te vi—Esa voz… el hombre se agachó para conmigo—¿Te encuentras bien?

Nuestras miradas se encontraron.

—¿Doctor Quintana?

—¿Señorita Austen?

Me ayudó a levantarme, tomé su celular.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, estoy bien—aunque me punzaba el trasero, le tendí su celular—, creo que esto es suyo.

Lo tomó, en el momento en que sus dedos tocaron los míos, aquella sutil electricidad volvió a aparecer, me sentí confundida.

—De verdad me da mucha vergüenza con usted.

—Puede llamarme Holly—le indiqué. Lo mejor era pasar por alto aquella confusa descarga eléctrica. Vi sus ropas, estaba en ropa deportiva—¿Aquí entrena?

—Sí, llevo un par de meses aquí, pero vengo cuando tengo tiempo—se encogió de hombros—¿Y los niños?

—Estaba por ir a recogerlos.

Se sonrojó.

—De verdad, lamento lo sucedido, estaba absorto en mi celular…

—No se preocupe, doctor, también estaba distraída.

—Puede llamarme Rafael, no estamos en el consultorio—bueno, este doctor era simpático.

Nos quedamos mirando por un momento, fue extrañamente interesante, no sabía porque mis pies no querían reaccionar, pero tampoco era como si me quisiera ir. Hasta que la alarma en mi cerebro mandó las imágenes de mis hijos y reaccioné.

—He, lo veré luego, ya tengo que ir…—comencé a alejarme de él.

—Holly—me llamó, titubeante—, me preguntaba si… ¿te gustaría tomar un café?

Directo.

El aliento se me atascó en la garganta.

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