Seven, sonriendo, dijo:

—Solo quiero unas espadas como las de los soldados medievales. No usaré máscaras. No quiero nada que cubra mi cara ni mis ojos.

Malty, algo confundida, respondió:

—Está bien… pero ¿no sería mejor que usaras tu propia espada? Lo siento, olvidé que aún no sabes usar tus habilidades.

Malty hizo aparecer dos espadas en sus manos. Sonrió.

—Cuando aprendas a usar correctamente tus habilidades, podrás hacer esto. Estas espadas están hechas a base de maná. Solo yo puedo usarlas sin que me afecten. Son armas de desesperación creadas con mi energía. Cualquiera que las tome, excepto yo, será invadido por una desesperación tan profunda que algunos terminan quitándose la vida. Por ahora, te recomiendo que uses tus armas de caos… hasta que puedas forjar las tuyas.

Malty se puso un abrigo oscuro y una máscara con una sonrisa de dientes afilados.

—Antes de que vayamos allá, primero debes hacer algo —dijo, sonriendo.

Lo llevó a un cuarto privado. Seven, confundido, vio a una pe