No entiendo por qué me duele escucharlo cuando en el fondo tiene razón. No puedo quedarme, pero no quita que él pudiera venirse conmigo, volver de nuevo a Chicago, de donde nunca debió irse.
Sam se encoge de hombros y profiere un gruñido de frustración.
—A ella no le molan estos rollos y yo no estoy dispuesto a meterla en esta mierda. Ya ha pasado por cosas espantosas y no voy a ponerla en peligro explicando cosas que no tiene por qué enterarse —masculla entre dientes.
—Tú sabrás lo que haces, pero será peor cuando se entere. Parece comprensiva. Además, se ve a leguas que te quiere —dice con una sonrisa de ánimo. Se yergue y le da una palmada en el hombro a Sam antes de encaminarse fuera de la cocina.
Bajo de nuevo las escaleras a toda prisa. Estoy tan descolocada con lo que acabo de escuchar que casi no tengo tiempo de retroceder hacia los sof&aacu