Capítulo 2

Me desperté de un salto, cuando escuche el despertador, eran exactamente las siete de la mañana, no recuerdo a qué hora llegue. Miro a Sony, está dormida, no entiendo cómo es que no se asusta con la alarma, tiene un sueño pesado, en eso, no nos parasemos. Me levanto, siento las piernas adormiladas, y casi me arrastro al baño por el dolor de mi pie, sin embargo es mínimo. Cuando me miro al espejo, reprimo un grito. Me veo horrenda, mis rizos están enmarañados, mi maquillaje esta en toda mi cara, el delineador me llega a la boca, no puedo soportarlo y comienzo a reír. Me doy un baño apurada, y con una toallita húmeda, intento quitar el maquillaje, pero no lo logro por completo. No tengo tiempo para dedicarle, así que me maquillo, lo mejor que puedo, para ocultar lo mal que me veo. Peleo con mi cabello, no creo que pueda tener rizos en todo el día, así que me lo recojo en una coleta. Respiro hondo y compruebo como me veo. Mis ojos cafés, se ven más oscuros que lo normal, mis rizos intensos y negros, se ven apagados, mis mejillas que nunca tienen color, ahora tienen de más; observo mi nariz. no entiendo que le paso, pero observo mi nariz, no entiendo que le paso, pero parece que está más pequeña, tal vez solo sea el maquillaje. Mi traje azul, se ve lindo, me da un aspecto más formal y así no me veo echa un desastre. Llevo una falda hasta la rodilla, una linda blusa celeste y el saco azul, mis zapatos de tacón más cómodos, me pongo una venda en mi pie y no me molesta como pensé que pasaría; también llevo mi bolsa inmensa, en donde suelo llevar casi todo mi maquillaje, algo me dice que hoy lo necesitare.

Alimento a Sony y salgo de mi departamento. Me acerco a la puerta de mi vecina y toco. Ashley me abre y me da un abrazo.

-Te ves mal- me dice, e intento sonreír, pero me acaba de decir lo que tanto intentaba ocultar.

- Gracias.- me dirigí a su cocina, en donde ya tiene lista la comida.

Yo nunca cocino, jamás, soy tan mala cocinando que todo se me quema. Le doy dinero a Ashley para la comida y ella se encarga en hacer para las dos y mi lonche. Es una gran amiga, que conocí cuando me mude.

-¿Qué es?- miro la mesa.

- No tuve mucho tiempo, creo que tendrás que conformarte con wafles, pan tostado y café.- eso sonaba mejor, de lo que yo podía lograr.

- Deliciosa.- se sienta a mi lado. Comienzo a devorar un wafle, mientras Ashley me ve comer.

- El que te veas tan mal, significa que tuviste una buena noche. Dime que trajiste a un hombre.- no puedo evitar reírme.

Sabes que no.

- ¿Por qué lo haces tan difícil?, eres una mujer hermosa, tienes el cuerpo que muchas quisieran, y esos rizos enloquecen.-no puedo evitar carcajearme. Lo dice, como si estuviera ofendida.

-¿El cuerpo que todas quisieran?- le doy un trago a mi café.

- Al menos no de cuerpo redondo, como yo.-la observo. Lleva su vestido rosa, el que le encanta porque según oculta sus imperfecciones. Es alta, su cabello liso, y como dice es algo rellenita, pero eso no le quita lo atractiva que es. A veces la envidio, porque ella si es capaz de llevar a un hombre a su departamento.

- Exageras, no tengo el cuerpo que todas quisieran, si no fuera modelo. Y me conoces, ningún hombre en mi departamento, si lo que busco es sexo, para eso están los hoteles.- se come un pan tostado.

- A veces, no entiendo como tú, no puedas ya estar casada.

- ¿Cómo yo?

- Sí, eres hermosa, tienes un buen trabajo y eres muy divertida.- baje la mirada, llevaba haciéndome la misma pregunta, casi por un mes.

- Ya ves, tienes más posibilidades tú, de casarte que yo.- terminamos de almorzar, en silencio.- ¿Qué harás de cenar?

- No lo sé, ya pensare en algo.- Ashley se dedica a dar cursos de repostería, a mujeres con dinero o ancianas, de eso vive, y lo mejor de todo, es que no tiene que salir de su departamento.

- Lo que hagas sé que estará delicioso.- era afortunada, tenía a mi propia chef; tal vez su especialidad sean los pasteles y cosas con dulce; pero eso no le quitaba el sazón de su comida, ella cocinaba como una diosa.

- Ya te dije que te enseñare.- me quedo boca abierta.

- ¿Quieres que queme tu departamento?- levanto los platos de la mesa.

-No lo harás, yo te supervisare.- ya había intento muchas veces enseñarme, pero siempre terminaba igual, ella con un gesto de que soy mala y yo con una mueca de coraje por no poder hacer nada bien.

- Prefiero que no.- sonrió de nuevo.

- Ya veremos, un día de estos te convenceré.- me levanto de un salto.

- Tengo que irme, o llegare tarde.- no quiero seguir con nuestra conversación.

- Solo te estás haciendo loca, pero, pronto te volveré a convencer.- asentí y me fui, antes de que me pidiera quedarme a uno de sus cursos.

Por fin en mi oficina, tenía mucho que hacer, como secretaria general, de una empresa de cosméticos. Llego a mi escritorio y ya tenía notas y mensajes. Apenas y me senté y mi teléfono comenzó a sonar. Me encantaba que mi día fuera tan estresante, así mi día se pasaba de lo más rápido. Conteste, y como siempre, eran otras secretarias que me pedían alguna junta con mi jefe, a veces era algo bueno que conociera a tantas secretarias, solíamos salir, y muchas de ellas se parecían mucho a mí.

-Hola, Tere.- dije al ver su número en el identificador.

Hola, Cristiana.- a veces Angus me regañaba por hablar con alguien como si fuera un conocido, decía que se veía mal y que parecía que me la pasaba hablando con una amiga, pero en realidad, todo era negocio.

- ¿Necesitas una junta con mi jefe?

-Yo no, pero mi jefa... dame una fecha.- busco mi agenda, o más bien la de Angus. Anoto el nombre de la jefa de Tere y me doy cuenta, que la agenda ya no tiene más fechas anotadas. Apenas comprendo que pronto dejare de usar esa agenda y comenzare a usar una nueva.

- En dos días, a las cinco de la tarde.- escucho a Tere teclear.

- Gracias, Cristiana, espero que pronto salgamos.

- Lo mismo digo.- colgamos.

Me la paso en mi escritorio haciendo llamadas a mensajería, mudanza y hasta pidiendo cajas para empacar las pertenencias de Angus. Estoy por salir a buscar a Angus, la única cualidad de ese hombre, es que llega muy temprano, aunque no entiendo para que, se la pasa viendo televisión, hasta que llego yo. Pero, de repente, me sorprende. Está saliendo del elevador, acaba de llegar, trae el mismo traje que en la noche, y parece tener ojeras.

-La fiesta estuvo fuerte.- él sonríe, y por un momento, creo volverme loca; nunca lo vi tan feliz.

- La mejor de toda mi vida, solo falta la de mi boda.

- ¿Está listo pare empacar?- suspira.

- No lo sé, empacar me va a traer recuerdos y no tengo muchas ganas de recordar como llegue, creo que llorare.- ambos nos burlamos. Los siete años que he trabajado para él, jamás lo he visto llorar, ambos sabemos que es una locura.

- Le traeré Klinex.

- Oh, mi querida secretaria, sin ti, no sé qué haría. Bueno, si lo sé, me hincare y te pediré que te vayas conmigo a España.- me quedo sin palabras, lo dice con tanta seriedad, que por un momento pienso que está hablando en serio.

- ¿Qué?

- Lo que escuchaste, vente conmigo a España- ¿Qué?, está hablando en serio.

-Eso no puede ser, yo soy feliz en este lugar. Me gusta vivir aquí, y me guste este edificio, no podría irme a otro País, lo siento, pero no.- yo me considero alguien que toma decisiones fríamente, no me interesaba pensar algo, de lo que ya conocía la repuesta.

- Lo dices en serio?

-Lo digo muy en serio.- camina hasta su oficina y yo lo sigo.

-¿Por qué?, España es un buen lugar para

comenzar una nueva vida, tal vez conozcas a un hombre y te cases con él, tal vez, ganes más; pero sobre todo, yo te necesito y tu hermana te necesita.- esa era la razón número uno, por la que no me iría con ellos.

-Mi hermana ya está grande para vivir sin mí y sé que tú la cuidaras, ya hablamos de eso, ayer. Así que, basta, no me pidas algo a lo que ya dije que no.- se acomoda en su escritorio.

-Está bien, será como tú digas, pero te prometo que nos extrañaras.- le dejo la agenda.

-De eso no hay duda.- estoy por salir de su oficina, para ir a la planta baja por las cajas, pero un resoplido me detiene.- ¿Qué ocurre?

-Ayer que te fuiste, llego tu próximo jefe.- sonreí.

- En serio?, ¿Cómo es?

-Un hombre, que te hará sufrir.- de repente, mi sonrisa se borra.

-¿Qué?

-Sí, es un hombre que es perfeccionista y no le gusta que nada salga mal, te hará trabajar de más. Ayer que hable con él, me trato con indiferencia, si eso hace conmigo, que ambos somos jefes, no sé qué hará contigo.- me quedo sin palabras.- mi propuesta aún está en la mesa.

-No puedo irme.

-Entonces, aguanta a un ogro- sonrió, Angus solo quiere asustarme.

- ¿Qué edad tiene?

-No lo sé, unos treinta- asiento, es un hombre joven.

-Entonces, usare mis encantos femeninos.

-Según, lo que dijo Yamileth, ayer no te sirvieron de nada.- lo miro sin comprender y él se burla.- oh... ¿No te dije que ya lo conociste?- mi corazón deja de latir.

-No me digas que...

- sí, el mismo que te cargo hasta el quinto piso.- me he quedado sin palabras, Angus solo se burla de mi cara.

- Es él?

-sí, Yamileth me conto todo, o mejor dicho lo que ella sabía. Fue el señor Alejandro Alvarado, quien me conto todo, por cierto, se enojó cuando se enteró que te fuiste- ahora ya conocía su nombre.

-Tenía que hacerlo. ¿Le dijiste que voy hacer su secretaria?- Angus sonríe, y no es necesaria su respuesta.

-Digamos que omití eso.- respiro hondo.

- ¿Por qué?

-Porque intento hacer que le temas y te vengas con nosotros a España- me negué.

-Claro que no, escúchame, no existe hombre a quien yo le tema y ese señor, puede venir y gritame lo que quiera, y ni así, saldré huyendo de aquí, no importa lo grosero, tosco y regañón que puede ser, yo puedo ser peor que el, y eso tú lo sabes.- Angus sonríe y baja la mirada, no me dice nada, y sentí un hueco en el corazón, no quiero voltear, porque se que mi nuevo jefe esta detrás de mí.

-Señorita, ¿puede dejarnos a solas?- aun no lo miro, no puedo hacerlo. Bajo la mirada y paso a su lado.

-Claro. - salgo casi a arrastras de ahí.

No puedo creer que haya escuchado eso. Regreso a mi escritorio y espero que no pida mi renuncia. Me pongo a recordar su mirada, la forma en que se enojó, porque queria seguir subiendo las escaleras. Puedo decir que es un hombre impaciente, que le gusta hacer las cosas como él quiere, estoy segura, que lo que escucho no le gustó nada, ahora ya sabe que no soy una secretaria que le va aguantar sus enojos. Perfecto, ahora puedo despedirme de mi trabajo, es mejor ir empacando para irme a España, ahora la idea no suena tan mal.

Miro la puerta de la oficina de mis jefes, sea lo que sea que pasa ahí adentro, parece ser importante, ha pasado una hora y no ha salido ninguno de los dos. Cada vez me impaciento mas, siento nervios. Respiro hondo de nuevo, no quiero que me vea débil, no me lo permitiré, si quiere mi renuncia se la daré, no pienso suplicar, y menos a él, desde ayer, me di cuenta que tipo de hombre es y es uno de los más difícil, pero sobre todo le encanta las humillaciones y no alimentare su ego, con mis disculpas y suplicas.

Mi teléfono suena y salto del susto. Miro el identificador y es Angus, no estoy lista para esto. Aprieto el botón de altavoz, con mis manos temblorosas.

-Señor?

- Puedes venir un momento?- creo que me dará un infarto.

-Enseguida.- y dejo de apretar el botón.

Camino hacia la oficina tomándome mi tiempo, necesito enfrentarme a esto, no soy alguien que teme, y soy capaz de repetirle a mi nuevo jefe, lo que le dije a Angus, no me importa lo que piense de mí.

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