Lina asiente sin poder emitir una palabra, él la toma de la mano para llevársela de ahí. La lleva casi de contrabando hacia arriba y afuera, muy cerca donde está la piscina. Al salir, se estremece un poco por el frío repentino y observa el cielo de un azul, casi negro y lleno de estrellas. A su alrededor, aparte de estar la piscina, había una manta de pana dorada y sobre ella una bandeja de plata con una variedad de frutas, una cubeta con la champaña rosa preferida de Lina y dos copas. Ella lo mira y se sonríe.
—¿Te gusta? —quiere saber, mientras la abraza por detrás, cosa que ella agradece por brindarle calor, y apoya el mentón en el hombro femenino.
—Es hermoso, Alex —murmura. Alex aspira fuerte cerca del cuello de ella, como si quisiera que su perfume se prendiera en su cuerpo para siempre.
—Aquí es donde vamos a terminar nuestra noche de bodas —le susurra en el oído. Sin soltarla la lleva hasta donde esté situada la manta y la deslizamiento al suelo con suavidad y delicadeza. La s