Capitulo 10.

Regrese al penthouse con un peso menos que cargar sobre mis hombros. El alivio no llegaría al instante sino tiempo después, justo cuando me acostumbre a vivir con el dolor de haber perdido a mi primer hijo. Corte mi cabello o por lo menos todo lo que me había crecido en todo este tiempo. afeite el bigote y la barba. Limpie mi cuerpo a conciencia debajo de la regadera permitiendo que el jabón resbalara sobre mi adolorida piel.

—¡¿Dónde está ese idiota?! —escuche la voz de Robert. Enseguida enrolle una toalla alrededor de mi cintura.

—Cálmese profesor, el señor Marchetti está bañándose. Enseguida lo atenderá —dijo la ama de llaves.

—¡Perro infeliz! ¡Quiero verlo cuanto antes! ¡¿En dónde dices que esta?!

—¿Qué quieres? —con los brazos cruzados me reuní con él en la sala.

—¿Qué carajos estás pensando? ¿Acaso quieres perder tu trabajo?

—No sé a qué te refieres.

—¡Hipócrita! —arrojo su bastón a la alfombra —. Esta mañana llame a la aerolínea y me dijeron que no te has presentado a trabajar
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