Marcela ordenó sus pocas pertenencias en la habitación que le facilitó la mamá de Antonio. Era el cuarto más grande de la casa, pero quedaba en el primer piso y era algo húmedo y frío. Allí armó su cama, ubicó el escritorio y le cupo el sofá. Esperanza le dio una alfombra para que el lugar adquiriera más calor y en la noche, cuando casi terminaba de arreglarlo, lo sintió acogedor. Desde luego, estaba más cómoda en el apartamento, era imposible no darse cuenta de que había dado un paso atrás y no solo en su estabilidad económica, sino también sentimental. Esperanza la invitó a que comiera con ella, en el pequeño apartamento que ella se había reservado en el cuarto piso de la casa.
—¿Te ha gustado la habitación? —pregunt&oacu