4

Pega un bote encima de mí cuando la sirena final del ciclo escolar del día ha acabado y a regañadientes se separa de mí. Tiene los labios rojos e hinchados y me imagino los míos iguales. Sonríe tímida y se levanta de encima de mí bajo la mirada de algunos. Recoge su mochila y aprovecho yo también para levantarme del suelo y sacudirme la hierba de los pantalones.

—No estoy acostumbrada a besarme con extraños ¿Sabes? –dice una vez la tengo cara a cara.

—Pero yo soy tu amigo, no un extraño –la corrijo –. Nos vemos mañana Isis.

—Adiós –besa mi mejilla con timidez y se pierde entre los alumnos caminando en dirección contraria a la mía.

Cada vez queda menos para mi marcha de este sitio de m****a. Eso es lo que pienso cuando vamos camino al instituto el viernes por la mañana, último día de la semana. Al parecer son tan gilipollas por aquí que no se dieron cuenta de nuestra fuga del otro día, así que simplemente nos hicimos los locos diciendo que las clases seguían estando aburridas y que eran una m****a.

- - -

Ya el último día de la semana, por fin mañana podremos despertarnos todo lo tarde que queramos.

—Joder solo nueve días más –susurro, y dibujo una polla en la ventanilla del coche patrulla aprovechando el vaho que se ha creado con la tormenta que hay.

Las gotas de lluvia golpean con fuerza el coche, creando un ruido muy molesto que me pone de los nervios. Tenemos que correr hacia el instituto nada más nos bajemos del coche, porque los veinte metros desde la entrada del reformatorio hasta el coche nos han servido para calarnos.

—Yo me tengo que decolorar el pelo otra vez –Elías se pasa la mano por el pelo que le cae sobre los ojos por tenerlo mojado, y se echa hacia atrás –. Mañana se lo pediré al celador.

—Si te dejan, siempre los amenazamos para que te lo hagan. Te van a comer vivo cuando me vaya, macho –río, golpeando su hombro con mi mano abierta.

Nos paramos delante del instituto, y el policía nos da unas palabras antes de abrir los seguros y que nosotros salgamos del coche.

Algunos alumnos están también corriendo dentro, otros van con paraguas, y a otros los traen en coches, pero mi vista recae en la morena que lleva esta semana rondando por mi cabeza, lleva una capucha puesta, y corre a toda prisa hacia el instituto sujetándose la mochila con fuerza.

—Mamón corre.

Hago caso a las palabras de mi amigo y empiezo a correr esquivando gente hasta estar a unos pasos de la entrada. Diviso a Isis a mi lado, y la cojo la mano entrelazando nuestros dedos para entrar sin que se moje más estando fuera y esperando a que todo el barullo pase. La coloco delante de mí y empujo a algunos, porque otros directamente se apartan de nosotros sin necesidad de que les diga nada. Cubro a Isis un poco de la lluvia y consigo que nos metamos dentro refugiados de la lluvia. Se quita la capucha y algunos mechones de pelo la caen graciosamente por la cara, pegándose a sus mejillas.

—Pensaba que venías con el gay –la digo, revolviéndome el pelo con intención de quitar algo de agua de este.

—Se llama Matt –bufa, y pone los ojos en blanco ante la forma en que lo llamo, pero en mi defensa diré que nunca he hablado con una persona cómo él –, y sí, suelo venir con él en su coche, pero hoy no ha venido porque al parecer está malo.

Asiento, y aprovecho el que estemos en una esquina para besarla. Coloco mis manos a los lados de sus hombros y me inclino para juntar nuestros labios. Sé que ella no tiene problema, nunca haría algo que no quisiera, pero sé que esto la gusta, quiere que la bese, y más de una vez ha sido ella quién me ha besado a mí. Sube las manos por mi pecho y desabrocha mi chaqueta de cuero para poder meter las manos por los lados de esta en busca de calor. Es bajita, no mucho más que yo, pero sí que tengo que agacharme para besarla, aunque eso me gusta. Paso mi lengua por sus labios, y los abre dejándome saborear su delicioso sabor a menta, que sé que es por los caramelos que toma.

— ¿Qué miráis? –gruño, al separarme de ella y ver a unos cuantos anonadados con nuestro beso.

Isis suelta una risilla, y aprieta mi cintura frotando las manos contra mi camiseta. Vuelvo mi vista a ella y la sonrío pícaro, separándola de la pared.

—Deberíamos ir a clase, ya va a empezar –susurra, y al mirarme a los ojos puedo ver su maquillaje corrido, bueno, solo el poco que usa, pero aun sin él está perfecta.

—Deberías ir al baño –paso un dedo por debajo de sus ojos y le enseño el color negro que adopta –. Te acompaño.

Asiente, y deja que pase un brazo por sus hombros para ir hasta el baño que hay en el pasillo contrario, dónde están las clases de los de primer y segundo año. Nos miran curiosos, ellos también saben que soy del proyecto criminales, pero no abren la boca por miedo, lo sé.

Observo los baños, el de la derecha, de mujeres, el de la izquierda de hombres, y sin más, la empujo hasta el de hombres y me meto con ella. Doy gracias a que no haya nadie, no quiero que vea nada indebido.

— ¡Azael! –Exclama frustrada, pero se la escapa una risa –Este es el baño de los chicos.

—No me importa, límpiate el maquillaje y vamos a clase –hablo con cautela, dando pequeños pasos hasta estar detrás de ella y apoyar mi cabeza sobre la suya, juntando nuestras caderas en apenas un roce –, o si no, voy a montar una escena porno sin importarme el lugar.

—Todavía no me has dicho a qué hora tengo que ir a por ti el día seis –cambia de tema, pero con las mejillas rojas.

—Cuando te despiertes, cae en sábado, así que procura que un policía te escolte hasta mi habitación.

— ¿Por?

—Ya lo verás –la guiño un ojo, y cojo su mochila del lavabo al ver que ya se ha arreglado.

Salimos del baño entre sus quejas porque no la doy la mochila, y sin más me giro y la beso, callándola el resto del camino hasta clase, aprovecho que el profesor no ha venido todavía para descansar unos minutos hasta que llegue. Isis se sienta a mi lado ya que he ocupado el sitio de su amigo, y me quedo dormido cuando me acaricia el pelo.

- - -

—Señor Kahler, no quiero verle dormir en mi clase –me regaña la profesora.

Me froto los ojos y los entrecierro para ver a la profesora que anda como un pingüino, delante de mí. Me mira de brazos cruzados y con el ceño ligeramente fruncido, pero me limito a imitarle recostándome en el respaldo de la silla.

—Si no quieres verme dormir, no me mires, fija la vista en otros alumnos –contraataco.

La mano de Isis golpea mi muslo, y al mirarla está aguantando la risa con los labios apretados en una línea.

—Esto es una clase, no su cuarto –gruñe.

—Claro que no lo es, tienes razón, si esto fuera mi cuarto ya habría montado alguna que otra orgía.

Se escuchan las risas de mis compañeros, y la vista de la profesora se posa en la Diosa que tengo al lado; se ha puesto la capucha y tiembla de la risa con la cabeza escondida entre los brazos.

— ¿A usted la hace gracia señorita?

Isis levanta la cabeza, y achina los ojos mordiéndose el labio. Sonrío y bajo mi mano a su muslo, dándola un apretón y que largue la carcajada que reprime.

—Que va señora –asegura con una voz demasiado aguda, y las risas vuelven a resonar por el salón.

—Señorita –la corrige –. No estoy casada.

—Normal –susurra, pero con un tono de voz que conseguimos oír todos.

—Señorita Blair, ¿Me toma usted por sorda?

Las miro intercaladamente, Isis sigue intentando no reírse, y la profesora está a punto de reventar de la rabia.

—No profesora –murmura con la cabeza gacha, y se quita la capucha.

La pingüino asiente y camina con sus andares raros hasta su escritorio, donde sigue dando la clase.

Miro a Isis y la escucho susurrar un ‹‹zorra›› cuando la profesora está lejos y solo yo la escucho. No tengo muy claro en qué hora estamos, pero me da igual, subo la mochila a la mesa y apoyo la cabeza en ésta muriéndome de sueño.

— ¿Qué hora es esta?

—Quedan dos minutos para el primer patio.

Asiento.

Ya hemos acabado con el trabajo, y puedo salir al patio con Elías y su novia, la rubia de tetas grandes.

Me cuelgo la mochila al hombro y espero, como todos los días, a que la clase se vacía un poco para salir. Me mezclo con el resto de estudiantes que ni siquiera me rozan por el miedo, así que me es más fácil encontrar a Elías y a Roxana. Casualmente están apoyados en la puerta de su clase esperándome, y sin más me pongo a su lado y empezamos a caminar sin necesidad de ir arrasando con la gente, ellos solos se quitan de nuestro camino dejándonos vía libre hasta la puerta.

—Me estaba muriendo del asco ahí dentro –se queja Elías.

—Me acabo de despertar.

Cruzamos el patio corriendo hasta la cafetería y nos sentamos en una de las mesas apartadas de metal. Roxana no tarda en sentarse encima de las piernas de mi amigo, y un grupo de chicas se sientan con nosotros a los pocos minutos, dejando sus paraguas apoyados en la pared.

Por dentro este sitio no está mal, es parecido a un bar, con la barra de pedidos, y los menús escritos en pizarras de tiza en las paredes. Las mesas están desperdigadas por el sitio amplio, y esto ya está abarrotado con las personas caladas hasta los huesos de agua, o con las que hay tenido suerte al traer paraguas. Sacudo la cabeza y algunas gotas de agua se escapan de mi pelo.

—Hermano, ellas son las amigas de Rox –señala a las cuatro chicas que se han sentado libremente alrededor de la mesa y todas me saludan con una sonrisa.

Pongo los ojos en blanco ante el diminutivo del nombre de su novia. Es una p**a m****a, pero a ellos les gusta. Él solo la quiere para follar, y ella es demasiado gilipollas como para no darse cuenta.

—Hola... –susurra a mi lado una morena.

Arrima su silla a la mía y busca la excusa de que necesita calor para tocarme el brazo. Sonrío de lado y mi amigo me guiña el ojo dando el visto bueno a la chica.

Hoy follo.

—Hola –saludo, y la voz me sale increíblemente ronca.

La chica al principio se sorprende, pero después sonríe maliciosa y se pega más a mí. También sabe lo que va a pasar.

— ¿Me acompañas un momento a mi clase? Creo que me he dejado unos libros –pestañea unas cuantas veces, y sin abrir la boca me levanto de la silla bajo la mirada de los de la mesa y empiezo a andar con la mochila al hombro seguido de la chica que lleva el paraguas –. Corre.

Los dos corremos hacia dentro del edificio dónde se dan las clases, y al estar dentro la chica suelta el paraguas en una esquina y coge mi brazo para llevarme a no sé dónde.

Cruzamos por delante de la sala de profesores, el despacho del director y secretaría, y acabamos subiendo unas escaleras hasta el segundo piso, dónde estudian los estudiantes de tercer y cuarto año, y los de bachiller.

El edificio es raro de cojones, y la chica acaba metiéndome en un cuarto de limpieza. Tiramos las mochilas al suelo, y en nada salta encima de mí besándome con dureza.

—Te he visto enrollarte con otra chica... Isis, se llama –jadea con la respiración agitada.

— ¿Y...?

No dice nada más y me saca la chaqueta tirándola al suelo. Deslizo mis manos por sus piernas, y la pego a la pared bajándola los pantalones ajustados y las bragas de a una, paso mis dedos por sus muslos desnudos y se los meto haciéndola soltar un gemido.

Recuerdo bastantes cosas de cómo hacer que una mujer se corra rápido, pero me desconcentro el darme cuenta de que ya estoy sin pantalones y sin calzoncillos mientras sus manos me la menean con fuerza. Me deleito con el placer que la morena me da, y beso su cuello mordisqueando algunas partes escuchándola gemir con voz chillona y gritar cosas, porque no sabe mi nombre, ni yo el suyo. Tampoco lo necesito.

—Eric –gime.

Frunzo el ceño y reprimo la risa. ‹‹ ¿Eric? No me jodas››

La diría algo si no fuera porque me importa una m****a en quién piense, mientras pueda meterla me vale. La estoy utilizando del mismo modo que ella me está usando a mí, para calmar nuestras ganas de sexo.

Aparto mis dedos de su coño y resbala por la pared hasta estar a la altura de mi polla. El calor de sus labios se hace presente alrededor de mi polla, mientras con una mano sigue los movimientos de su boca para llegar a tocármela entera. Cierro los ojos y me apoyo con las manos en la pared mientras ella mueve la cabeza de adelante a atrás con lentitud. Cojo su cabellera morena y la obligo a mover la cabeza más rápido mientras muevo las caderas y que me la chupe más. Pasa la lengua repetidas veces por mi polla a la vez que sigue moviéndose. La presión en mi polla aumenta, y suelto un gruñido al correrme en su boca. La morena se levanta y se limpia los labios sonriendo con los labios hinchados. Tiene el pintalabios corrido, y me gusta más verla así que cómo estaba, con poco maquillaje y que se note que me la acaba de mamar. La cojo de las caderas y la pego en la pared. Saca un condón del sujetador y me lo pone dejándome penetrarla fuerte y haciendo que me fulmine con la mirada.

—Podrías ser más cuidadoso ¿Sabes? –jadea.

—Pero no lo soy.

Pone los ojos en blanco y no tarda en correrse junto a mí otra vez. Me quito el condón y lo tiro en laguna parte del pequeño espacio. Se apoya en la pared mientras que me subo el bóxer y los vaqueros, dejándola jadeante y excitada.

Salgo del armario y me paso la mano por el pelo colocándome la chaqueta bien.

Camino directamente hacia mi siguiente clase: matemáticas.

Bajo las escaleras sin importarme una m****a la chica que he dejado en el armario y camino con las manos en los bolsillos hasta la clase. Algunos han decidido quedarse ya aquí en lugar de salir al patio. Y nada más entrar procuro que no parezca mucho que acabo de follar.

No localizo a Isis por ninguna parte, y a decir verdad me extraña, creía que estaría aquí, pero no. Me siento en mi mesa del fondo, solo, y veo entrar al resto de estudiantes con la ropa y el pelo mojados. Hay algunos que entran comiéndose el bocadillo, otros entran cogidos de la mano y otros simplemente, entran maldiciendo por la lluvia.

El profesor de literatura entra, y seguido de él entra Isis intentando no llamar su atención y que parezca que no llega tarde. Corre a su asiento y se sienta quitándose la capucha con una sonrisa.

—Buenos días chicos, entregarme el trabajo –pide el profesor.

Saco la hoja de respuestas sobre Isis, y me levanto del asiento cogiendo la hoja de la morena y llevándosela al profesor.

—Me alegra ver que colaboras con la clase, Azael –me alienta, y coge los papeles de mi mano.

—Que venga del reformatorio no implica que no tenga modales o que no sepa comportarme delante de gente.

Camino de vuelta a mi sitio con algunas miradas encima y me cruzo de brazos escuchando la charla del profesor.

Las paredes amarillas me recuerdan al reformatorio, y la pizarra verde de tiza me recuerda a cuando era más pequeño y en mi colegio rompí una por poner petardos en los huecos que había entre la pared y la pizarra y hacerlos estallar.

Una bola de papel cae en mi mesa, y busco a la persona culpable de ello, dando con una chica pelinegra que me guiña un ojo y hace un gesto con la mano que dice ‹‹llámame››

Me guardo la bola en la mochila y suelto un bufido.

Miro el reloj contando lo poco que queda para que se acabe esta clase, y cuando menos me lo espero ya estoy caminando por los pasillos detrás de Isis para ir a educación física. No tengo pantalones de chándal, principalmente porque la única ropa que tengo en el armario del reformatorio son vaqueros y camisetas de colores apagados.

—Solemos hacer un calentamiento de diez minutos –me explica Isis –, después o hacemos cosas libres o alguna cosa de m****a que nos mande hacer.

Vuelve a sacarme esa sonrisa que me mata, y yo asiento abriéndola la puerta de metal para que pase delante de mí, aunque solo lo hago por verla el culo que tanto se la nota con las mallas de deporte.

Admiro el enorme pabellón de deportes, y me dirijo directamente a las gradas de madera para sentarme y no hacer nada.

— ¡Hey! ¿A dónde vas? –me pregunta la castaña corriendo a mi lado.

—A sentarme, no voy a dar clase con vaqueros, es muy incómodo.

Me siento en una de las gradas de arriba del todo y escucho los pasos de Isis seguirme por detrás. La miro alzando una ceja al ver que está parada delante de mí y me sonríe tímida.

— ¿Puedo dejar aquí mi mochila? –pide, como si yo fuera su padre y tuviera que pedirme permiso para salir de fiesta.

Asiento con la cabeza y se la quito de las manos para ponerla junto a la mía.

Baja las escaleras dando saltas y yo solo puedo admirar ese culo perfecto en movimiento, que es a lo que me dedico toda la hora: a mirar su culo moverse mientras corre, trota, anda, salta, y más cuando estira y se pone a hablar con una chica.

— ¿Puedo saber por qué no estás haciendo lo mismo que tus compañeros? –me reprende el profesor, que más parece un drogadicto con el chándal y los dientes casi amarillos.

—No me apetece, además de que no tengo chándal.

—Te compras uno, ese no es mi problema –ruge, y me contengo para no levantarme de la grada y bajar a darle una buena hostia.

—Cuando salga del reformatorio lo haré.

Abre los ojos un momento y da una zancada atrás bajando la cabeza.

—Tú eres...

—Un criminal que mató a su padre, sí –le corto, aunque puede no fuera a decir eso. Abre más los ojos y asiente dándose la vuelta –. Y... no me toques más los cojones.

Asiente y me deja seguir admirando el culo de las chicas de la clase.

- - -

Esta vez la cafetería me pilla más cerca que cuando estamos en clase, y por primera vez en la semana salgo el primero de todos dejando la mochila de Isis en la grada. Me hecho un sprint hacia el local, y acojo sitio en la misma mesa de antes. No tarda en llenarse el sitio, y poco después mi amigo y las chicas de antes hacen aparición.

La morena me sonríe pícara, y al estar a mi lado hace el intento de sentarse encima de mí, pero me separo de ella y la señalo la silla de al lado con la cabeza.

— ¿Y luego cómo volvéis al reformatorio? –curiosea una de ellas.

—En un coche patrulla, un pitufo pasa a recogernos –aclaro.

—Y ¿Están las cosas esas de hacer ejercicio? Cómo en la cárcel.

—Sí –contesta esta vez Elías, que está manoseando a su novia.

Paso la vista por la cafetería abarrotada de gente, y me fijo en Isis, que tiene su vista en mi mesa, gira la cabeza sonrojada al haber sido descubierta, y sigue hablando con la chica que se parece a ella. Yo diría que son hermanas, pero Isis me aseguró que son amigas. Vuelve a girar la cabeza mirándome, y me regala una sonrisa que la devuelvo al momento.

—Por cierto, me llamo Abby –se presenta la morena de antes con una sonrisa.

Vuelve a estar muy cerca, y acaricia de nuevo mi brazo en busca de calor. Quito mi vista de Isis, que pone los ojos en blanco y desvía la vista, y la centro en la morena.

—Abigail.

—Prefiero que se abrevie, ya sabes... –se muerde el labio coquetamente y parpadea –, para que sea más moderno.

Asiento y me remuevo en la silla deseando acabar este día de m****a.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo