Salgo de la gasolinera con los pies casi volando, y me acerco al coche para acomodar las latas de cerveza en el suelo del asiento del copiloto, y empezara conducir hacia el apartamento, donde mi mujer y mi mejor amigo me esperan.
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Nada más abrir la puerta, puedo ver cómo Isis y Elías ríen viendo una película, tirados en el sofá. Dejo las cervezas sobre la mesa, y mi amigo se lanza a ellas cómo si fueran su presa. Me siento junto a Isis y me cojo una cerveza viendo cómo ellos también lo hacen.
—Nada de pasarse bebiendo –avisa Isis, que nos apunta con un dedo acusadoramente.
—No lo haremos, somos chicos responsables –aseguramos.
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