46. El secreto

Benjamin

La luz del sol comenzaba a filtrarse por las cortinas de la habitación cuando empecé a abrir los ojos lentamente, cubriendo mi rostro con las manos. El aroma fue lo primero que me impactó, y pronto me di cuenta de que no estaba solo en la cama. Ravenna estaba allí, a mi lado, durmiendo tranquilamente.

Una sonrisa involuntaria se formó en mis labios al verla tan serena y relajada. Era extraño cómo, incluso después de todo lo que había pasado, no podía evitar sentir un cariño inexplicable por ella. Tal vez fuera la forma en que se entregaba al sueño, como si confiara plenamente en mí para protegerla.

Me senté en la cama con cuidado, intentando aclarar mi mente. El intenso deseo que sentía por ella me cegaba. El peso de las palabras no dichas, la tensión en el aire, la incertidumbre del futuro. Sabía que necesitaba resolver eso de una vez por todas.

Con cuidado, acaricié su cabello suave y murmuré su nombre en voz baja. Ella se movió un poco, pero no se despertó completamente. M
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