¡Mierda, mierda y mierda!, salgo a la pantalla principal y vuelvo a apagarlo. Sé que esto tendrá consecuencias, pero repararé en ello en el momento.
Minutos después, terminando de arreglarme, coloco mis pulseras en la muñeca y calzo mis pies. La puerta se abre, y Kerem entra con varias bolsas en su mano.
—No quise ir al restaurante del hotel, sé que por aquí vendían estas delicias que te gustaran.
Un capuchino de chocolate y unos cruasanes despiertan mi apetito al instante, y junto a Kerem en una mesita frente a la bella vista de Londres, comenzamos a desayunar hablando una que otra tontería, riendo y dándole honores al suculento desayuno, haciéndome olvidar por completo nuevamente de todo.
En una hora aproximadamente llegamos al museo y mi rostro provocaba risas en Sadik.
—¡Pareces una ni&nt