CAPITULO 22

Sentía que mi pecho estaba por reventar de tanto dolor.

Comprender por fin la razón de tanto odio, me había sacado la venda de los ojos en relación al comportamiento del hombre que sin dudas, seguía amando aún más que el primer día.

—Él… él no puede estar pensando eso de mí, Edward —reaccioné al fin, tratando de salir corriendo de la casa. El hombre a quien consideraba un padre, de inmediato se interpuso en mi camino, sosteniéndome entre sus brazos—. Debo ir a verlo, decirle la verdad, no puedo permitir que crea que yo colaboré para encerrarlo… —farfullé con dolor al imaginar todo lo que él pudo haber pasado.

—¡Camile! Debes guardar calma. No puedes ir corriendo a decirle lo que ambos suponemos. ¿Piensas que te creerá sin pruebas?

—Él debe creerme, es el padre de mi hij

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