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Por: AbbyWriter23
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Existen síntomas para todo. Estrés, ansiedad, euforia, melancolía, ira, entre otros más.

Cada quien actúa de manera diferente ante aquellas emociones, sin embargo, existe el caso particular de no demostrar nada y sentir demasiado. Muchas personas en la actualidad optan por esta alternativa de sentimentalismo para protegerse de las malas personas, aquellas que arruinan todo y disfrutan haciéndolo. Aquellas que están destinadas al infierno cuando mueran, por lo crueles que han sido con las personas y la forma en que sobornan a la sociedad.

No puedo decir que soy de las pobres personas a quien le rompen el corazón una y otra vez. No. Hago parte es de la segunda clase de personas, que destruyen, manipulan y disfrutan haciéndolo. Porque en la vida he aprendido que lo que más temes hacer en el pasado, ahora cuando recuerdas aquel momento, es lo que más anhelas haber hecho, gracias a eso establecí tres reglas primordiales en mi vida, inviolables y siempre llevar a cabo.

1. Haz lo que quieras cuando lo desees.

2. No demuestres a la sociedad lo destruido que te encuentras.

3. No te enamores.

Esbozo una pequeña sonrisa malévola tomando mi mochila en dirección al primer piso. Mis plataformas chocan con el suelo de mármol advirtiendo mi presencia mientras van pasando las dos empleadas que agachan la cabeza dándome los buenos días, sin embargo, yo sigo mi camino ignorándoles. No me gusta perder el tiempo con personas que no valen la pena.

- ¡Buenos días! – grito entrando a la cocina para servirme un poco de jugo de naranja y tomar una tostada integral con mermelada de la isla central de la cocina donde yace Matt y Grace desayunando.

Los rodeo a toda prisa – Tienes que desayunar bien. Siéntate – ordenó Matt señalando mi asiento sin uso, jamás como con ellos o siquiera me siento allí.

Le guiño un ojo con un pedazo de tostada en la boca, la retiro esbozando una sonrisa traviesa – Oblígame, pedazo de... - un golpe de mi hermana me hace callarme mientras pasaba por su lado para despedirme.

Gruñí sobándome la frente - ¿y eso porque fue?

- Modales – sentenció señalando su mejilla con la vista fija en el periódico. Le lancé un beso ruidoso con la mano saliendo de allí.

- Modales mi... – grité tomando las llaves de mi coche nuevo.

- ¡¡LENA!! – gritó en respuesta mientras me echaba un último vistazo por el espejo.

- ¡por favor, no vuelvas a chocar otro auto, ya son dos este mes! – gritó Matt con voz lastimera.

- ¡¿Te importa?! ¡Es mi dinero, no el tuyo, idiota, reclama cuando sea de tu dinero del que compro mis autos! – Espeté abriendo la puerta principal recibiendo una brisa de aire primaveral.

Cerré de un portazo sin hacer caso a su advertencia. Bajé los escalones del porche inmenso saludando a Steve el jardinero que pasaba a toda prisa mientras que en los aparcamientos de la entrada esperaba recargado en mi BMW m3 blanco, un chico con uniforme de St Ángelo, rubio con gafas de sol, sonriendo en mi dirección.

- Fuera de mi camino – comenté quedando frente a él – es mi auto.

- Ya... - observó sus uñas con detenimiento sin apartarse – por ello me darás uno en navidad– levantó la vista fijándose de mi enojo, me dio un beso en la mejilla y en menos de lo que me fijara ya estaba sentado de copiloto sonriente como siempre.

Cerré de un portazo colocándome el cinturón de seguridad – Lo que recibirás algún día de mí, serán unas flores – Encendí el auto.

- Que linda, en definitiva, eres la mejor amiga que pude pedirle a santa – comentó acomodándose mientras rodaba los ojos bufando. Me volteé a verlo seria.

- Serán en tu funeral.

Nos quedamos unos segundos en silencio observándonos fijamente, estallando después en risas mientras tomaba el camino al instituto, después de un rato, revolvió mi cabello con ahínco e imité su acción con más fuerza.

Se giró a verme abriendo los ojos como platos quitándose las gafas de sol, casi parecía que esas esferas negras fueran a salirse de sus cuencas - ¡¡oye!! Quiero estar presentable – protestó levantando los brazos.

- Creí que era para Bethany – Solté mirando el camino, giré a la derecha acelerando.

A mi lado, mi rubio amigo se quedó en completo silencio mirando al frente – Eso también, estaba muy linda el fin de semana en la fiesta – esbocé una sonrisa girándome a verlo que desviaba la mirada – se fue antes de que pudiera presentarme siquiera.

- Como sea, ya ni se acordará de ti... - giré a toda velocidad derrapando mientras varios autos pitaban consiguiendo cabrearme.

- ¿Por qué no habría de hacerlo? – preguntó escéptico con la ventanilla baja revolviendo su cabello colocándose nuevamente las gafas de sol.

Me encogí de hombros acelerando al llegar a la autopista principal – Tal vez porque a la hora que te ignoró te follaste a la capitana de las porristas.

- Ya, y tú al mejor amigo de tu novio. ¿Por cierto aún siguen juntos? – preguntó volteándose a verme, bufe negando.

Theo soltó una carcajada a todo pulmón haciendo que le pegara un puño en el brazo haciendo que pasara de reír como desquiciado a llorar como una nena en menos de un segundo.

- Como sea, de hoy no pasa. Estoy harta de él y sus estupideces

- ¿Cómo piensas hacerlo? Público o privado – Afirmó mientras entraba al parqueadero del instituto.

Negué – Aun no me decido – puntualicé mientras seguía buscando un lugar donde parquear, giré a la izquierda enojada porque casi todo estaba lleno. Finalmente a lo lejos vislumbré un cubículo donde un Jeep vino tinto parecía que estaba indeciso de si cabía. El mío si cabía, así que aceleré dando un giro que lo dejó casi a mitad del cubículo, di reversa apagando el motor mientras Theo me ofrecía ideas para terminar con Simon.

Apagué el auto tomando mi mochila y gafas de sol a punto de salir cuando un chico salió del Jeep vino tinto enojado. Bajé del auto acompañada de Theo que observaba al chico con fastidio.

Camine hasta donde el chico estaba sin fijarse que era yo y me plante frente a él mientras varios espectadores se quedaban de piedra al verme, Theo se colocó a mi lado listo para pelear fulminando con la mirada al chico que perdía poco a poco color.

- ¿Qué gritabas? – inquirí cruzándome de brazos enojada.

Se llamaba Lucas Smith, británico de diecisiete años, presidente del club de libro y fotografía. Hace un año me había retado y como consecuencia, termino corriendo por los pasillos solo con un cartel que cubría sus partes íntimas, diciendo la razón por la cual estaba así. Terminé castigada dos semanas después de la jornada, pero por ello nadie jamás volvió a dudar de mí, me di a conocer con ello y ahora estaba nuevamente frente a mí.

- Le- Lena, no sabía que eras tú. El otro día tenías un auto diferente, lo lamento – tartamudeó alzando las manos en señal de rendición perdiendo aún más color.

Rodé los ojos – Ya... Pues eso fue hace una semana... - sentencié mirándolo despectivamente mientras Theo se divertía de la situación ocultando una sonrisa con la mano – dime – caminé hacia el tomando su mentón para que me viera a los ojos, en ellos identifiqué algo a lo que me había acostumbrado mucho. Terror, por lo que diría o haría – no querrás terminar como hace un año... ¿verdad? – asentí mientras el negaba asustado.

Me gire a ver a Theo que sonreía con suficiencia arqueando las cejas esperando.

- ¡Suéltalo! – gritaron desde el fondo de estudiantes que observaban todo lo que sucedía temiendo y otros disfrutando.

Me alejé de Lucas caminando lentamente hacia el lugar donde escuche la voz mientras varios palidecían cuando me quede fijamente observándolos, hasta que quien me había gritado apareció por si solo

- ¿Qué dijiste? – me acerque a él.

- Para ser una bravucona, eres demasiado sorda – sonrió divertido cruzándose de brazos.

Varios rieron ante su comentario.

Sonreí – Tienes agallas, lástima que cerebro no – disfruté mientras lo miraba de pies a cabeza mientras esbozaba otra sonrisa, pero esta era coqueta.

Llevó su mano a mi mejilla, quitándome las gafas de sol que aun tenia puestas – Nena, te aseguro que tengo todo para hacerte feliz o destruirte si es necesario, te recomendaría que de ahora en adelante tú seas quien uses tu cerebro, porque no permitiré que trates así a quien quieras – susurró acercando sus labios a los míos.

Lo miré fijamente detallándome en lo grises que eran sus ojos, eran como dos tormentas desatándose en su interior. Me acerque aún más, rozándose esta vez nuestros labios retándole.

- Cuidado, no vaya a ser que te sorprenda, bebé – murmuré sonriendo victoriosa al ver como su manzana de Adán subía y bajaba frenéticamente.

- En ese caso, sería un honor verte intentarlo. Soy difícil de sorprender, nena – repuso sintiendo su cuerpo tenso y mirada tormentosa.

Hice un mohín sin apartarme un solo milímetro – Te sorprendería saber de lo que soy capaz, bebé – La tensión podía sentirla como estaba a nuestro alrededor y su cercanía me tentaba a hacer cosas indecentes en aquel parqueadero, pero no me importa, de hecho jamás me importaba quien me viera hacer cualquier cosa, pero el sí que me estaba retando y no iba a dar mi brazo a torcer, no pensaba permitirlo. No importaba si terminaba besándome, haría que pague por humillarme frente a todos los del instituto. Eso jamás se lo perdonaría.

Humedecí mis labios rozando mi lengua su labio inferior fijándome como apretaba la mandíbula y antes de esbozar una sonrisa malévola, me lancé y le propine un golpe con mi rodilla en sus partes nobles doblándole en dos. Me alejé dos pasos hacia atrás mientras todos a nuestro alrededor vitoreaban.

- ¿Cómo dijiste? ¿Qué me arrepentiría? – pregunté irónica observándole retorcerse de dolor en el suelo – vale, pues no me arrepiento, y jamás lo haré.

Tomé mis gafas de sol del suelo y me dirigí hacia Theo que tenía mi mochila en sus manos caminando lejos de ellos mientras trataba de convencer a mi cerebro de que no tendría un ataque de corazón y a este, que disminuyera su pulso o realmente estaría enojada. 

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