(…)
—¿Dónde estamos? —pregunto en el instante que el sexi detiene el auto.
Mis ojos brillan y se agrandan al ver la inmensa playa, ¡estamos en la playa! ¿Por qué me ha traído aquí? Frunzo el ceño y lo volteo a ver esperando una respuesta de él, dado que no es momento de dar un baño en la playa o puede que lo merezca.
—Es la playa inglesa —dice mientras se quita el cinturón—, quiero ser directo contigo y no andar de manos sudadas, ya que eso no es para los dos.
¿Qué bicho le pico?
Hace un momento estaba que los mil demonios se lo llevaban y ahora está en modo conquista.