Eso significaba que ese hombre alguna vez había tocado a su esposa... quizá incluso la había besado. La mandíbula de Damian se tensó.
—¿Él es tu exnovio? —preguntó Damian a Livia, levantándole la barbilla con los dedos. Seguía sonriendo, pero su voz cortaba como una navaja.
Genial. Alden, idiota... debiste decir que solo éramos amigos.
—Señor Alexander, solo estábamos hablando. No sabía que Livia era su esposa.
Detente, Alden. No va a escuchar explicaciones. En su mente, lo único que importa es que hablé con otro hombre—peor aún, con un ex—sin que él lo supiera.
—Livia. —Damian soltó una risa corta, sin humor, que se desvaneció enseguida—. ¿Quién te dio permiso para decir el nombre de mi esposa? —Se puso de pie bruscamente, empujando la silla con la pierna. Tomó la muñeca de Livia y la obligó a levantarse.
—No vuelvas a acercarte a mi esposa.
—Cariño, nosotros no— —Livia gimió cuando su agarre se volvió dolorosamente fuerte.
—Por ningún motivo. —La miró con una dureza que le cortó la