Amaneció
El sol de la mañana se colaba a raudales por las ventanas, calentando la tierra y bañando de luz los relucientes suelos de la casa de Damian.
Él parecía de un humor inusualmente bueno. Como si lo ocurrido la noche anterior ni siquiera hubiera rozado su conciencia.
Livia, sentada frente a él, murmuraba entre dientes mientras lo observaba.
De verdad no cree que lo que hizo anoche estuvo mal…
—Dile al señor Matt que lleve el desayuno a la habitación —ordenó Damian con indiferencia al levantarse.
—Está bien, cariño —respondió Livia con una sonrisa forzada.
En cuanto él desapareció en el baño, ella salió de la habitación con pasos pesados, cargados de ira contenida. Apretaba con fuerza la barandilla de la escalera; los dedos le temblaban.
Su mente volvió a lo de anoche—
Se había despertado sobresaltada con un grito, solo para descubrir a Damian abrazándola bajo las sábanas otra vez.
—De verdad te aprovechaste solo porque fui buena contigo, ¿eh? —le había susurrado con furia.
Él le