Su madre no le daría su bendición tan fácilmente. Kylie lo sabía.
No importaba cuántos regalos trajera el asistente Brown; ninguno podría borrar las huellas de las lágrimas que su madre había derramado alguna vez por ella.
Aunque su madre había tomado una escoba con un logo de marca que Kylie jamás podría permitirse, supuso que ni siquiera sabía cuánto valía. Probablemente solo había agarrado la que parecía más elegante de todos los diseños.
‘Esa escoba debe costar un año de mi sueldo, mamá’, pensó Kylie, aunque era solo una suposición; en realidad no conocía el precio exacto.
Ahora estaban dentro de la casa. El hogar que normalmente se sentía espacioso a pesar de su tamaño modesto, de repente parecía estrecho y sofocante. Kylie sentía ganas de abrir todas las ventanas solo para asegurarse de que hubiera suficiente oxígeno para todos los que estaban sentados en la sala. Sus pulmones luchaban por cada bocanada de aire.
‘¿Por qué de repente se siente todo tan tenso?’
Su madre seguía con