Simplemente, mientras seguía a Damián, no pudo apartar la vista de aquella escena. De modo que, a la tras luz de los faroles, tuvo ocasión de presenciar como el vestido de esa mujer era abierto por el escote sin el menor cuidado aparente, para dejar al descubierto un par de grandes pechos caídos de p3zones oscuros y estirados.
Pudo ver con lujo de detalle como aquel amante los tomaba entre sus manos apretándolos con rudeza y provocando gemidos de la boca de esa mujer. Vio como ese hombre de aspecto desaliñado bajaba las manos hasta los glúteos de ella, separándole las piernas y tomándola allí mismo, sin la menor intención de buscar un mínimo de intimidad.Sentía sus mejillas arder y un dolor extraño en el pecho, junto con un inusitado calor allí, donde sus piernas se unían. Era la primera vez que presenciaba todo eso, antes, solo había recibido una vaga alusión al asunto.Pero, lo que presenciaba en ese momento, no se le parecía en nada a lo poco quTodavía sentía las mejillas acaloradas y el corazón acelerado cuando llegaron al altillo donde él dormía. Aunque lo intentó, no pudo sacarse aquella escena de la cabeza. Era la primera vez que tenía ocasión de ver algo así y, por ese motivo se sentía de una manera que ni ella sabía explicar. Pensando un poco, no se parecía en nada a lo que las monjas le habían explicado. En ningún momento vio besos o caricias. Tampoco hubo ocasión alguna de reconocer ese sentimiento puro, al que tanto llamaban como “Amor”. Menos aun, le pareció que bien podría describir como “sublime” o “mágico” todo aquello. Al contrario, esa escena tan vulgar le pareció espantosa y provista de un salvajismo tal que jamás hubiera creído llegar a ver en seres humanos. Solo por curiosidad, se atrevió a observar de reojo a Damián. Se preguntó qué pensaría de ese espectáculo tan indecente. De nuevo, si esperaba encontrar en él algún tipo de comportamiento sospechoso, se llevó una gran desilusión. Ya que, al juz
«Y… de esta forma no sería diferente a lo que hubiera pasado si te hubieses quedado callado… idiota.» Tuvo que recordarse, como si se echara un baldazo de agua helada en lo más crudo del invierno, a la vez que se daba cuenta que, quizás, no sería algo conveniente de llevar a cabo y menos esa misma noche. Aunque, tal vez, solo fuera en apariencias superficiales. Pues, el miedo y desconfianza en alguien como ella no siempre era algo definitivo. A fin de cuentas ¿Cuántas cosas podrían pasar entre dos jóvenes en una noche como aquella? «¿Y así dices qué no eres igual a esos que frecuentan la primer planta?¡Vamos, hombre! Hasta a ti debería de indignarte lo hipócrita que puedes llegar a ser.» Se reprochó con desdén. Pero, ya estaba dando cuenta que no tenía sentido decirse nada. Al fin y al cabo, dijera lo que dijera, su mente volvería a ese mismo punto de partida que tanto querí
—Muy bien, espéreme un momento que paso la carta en limpio así, usted, se queda con el original y ella recibe la misiva en condiciones ¿Le parece bien, señorita Bernal?— explicó Damián mientras acomodaba la hoja de papel en la máquina de escribir. Al oírlo, Alba frunció el ceño demostrando sentirse desconcertada. Se acercó a él para observar carta original. Quizás fuera su ignorancia y su necesidad de irse lo más rápido posible a su habitación, pero lo cierto era que, para ella, estaba perfecta tal y como estaba. Y, así se lo hizo saber.— Yo la veo perfecta… además, permítame elogiarlo, porque salta a la vista que usted tiene una letra muy hermosa… ya quisiera yo poder escribir de esa forma. — elogió con pomposidad agregando una inocente sonrisa al final.Al oír eso, Damián negó con la cabeza. Pero por la sonrisa que en su rostro reflejaba, bien marcado era que esas palabras le habían gustado. Dejó la máquina y acercó su cabeza a la de
—¿Me permite serle honesto, señorita Bernal? — preguntó él en un exabrupto de sinceridad y confianza mientras volvía a la escritura — No se ofenda, pero creo que a ambos nos ha dejado pensando aquello que vimos en la primer planta…Ella no respondió ante esa observación. Él tampoco dio muestras de notarlo. Solo siguió el silencio y una mirada pensativa lo contemplaba trabajar. Mientras el ruido de las teclas era lo único que se oía en la boardilla, Alba, comenzó a observarlo con desconfianza. Quizás, él no tenía tan buenas intenciones, como había supuesto al principio.Al ser consciente de que, más que probablemente, ella había actuado como una tonta ingenua, la avergonzaba. Y, lo que era peor, la sola idea de que él estuviera intentando aprovecharse de la situación, la ofendía. —Disculpe…— volvió a interrumpir, dejando ver su enojo, cosa que sorprendió a Damián — ¿Acaso usted me está confundiendo con una de esas mujeres indecentes… como
«¿Por qué dije todo eso? Si ni un beso he probado. Él tiene motivo de sobra para ofenderse…» Se reprochaba una y mil veces mientras caminaba a su lado. De vez en cuando, se atrevía a mirarlo con timidez de reojo. Creía estar en lo cierto al intuir que él estaba enojado. Sin embargo, entre más lo observaba, más le daba la impresión de que, quizás, todo eso eran solo sus propios pensamientos. Eso la hacía sentir aun más estúpida.Al llegar a la primer planta, él se detuvo para acercársele al oído. Su aliento olía a tabaco y eso la hizo estremecer, haciéndola sentir estúpida e indecente por darse cuenta de un simple detalle:¿Cómo no iba a malinterpretarla si ella reaccionaba de esa manera a su cercanía? Porque, él ya lo había notado. Por si le quedaban dudas, con lo que él le había dicho en el altillo, bien en claro le había dejado la advertencia velada de que se daba cuenta de lo que provocaba en ella. —Espere aquí
Quizás, tensar las cuerdas un poco más, no fuera lo correcto. Al menos no por esa noche. Damián era realista y duro con esos detalles: Apenas se conocían y él era un hipócrita al decir que solo quería salvarla de todo lo malo que pudiera ocurrirle en ese lugar. Sí realmente no tenía malas intenciones con ella ¿Por qué debería estar siendo tan vil como para jugar así de bajo?«¡Porque la condenada carne es débil y esta mocosa inexperta ya me puso a prueba lo suficiente como para no aprovechar el momento!¡Maldita sea!¡Al diablo con las cortesías!¡A la porra con las buenas costumbres!¡Seré sincero y que su Dios me juzgue!¿Qué va?»Se dijo así mismo perdiendo la paciencia ante sus propias inseguridades. A decir verdad, ambos habían tensado tanto las cosas que, si no ocurría nada en esa misma noche, eso era porque él hubiera decidido poner pies en polvorosa y cerrar el altillo con llave. Cosa que no ocurrió. —Sobre el sabor de los besos y sob
«Tac, Tac, Tac, Tac, Tac ¡Chin!Tac, Tac, Tac, Tac, Tac ¡Chin!»Eran las cuatro de la mañana. Aun así, el sonido estridente y acelerado de la máquina de escribir seguía llenando el aire en la pequeña y vieja boardilla. Como ya él mismo lo había previsto, Damián no pudo conseguir dormir ni siquiera un poco. Todo lo ocurrido en el día anterior lo atormentaba cada vez que intentaba cerrar los ojos y dormir.De modo que, cansado de dar vueltas en la cama, tener pesadillas vívidas y de sofocarse con sus propios pensamientos, terminó por decidirse a ponerse a trabajar en las cosas que le habían quedado pospuestas. Entre ellas, esa carta.«Tac, Tac, Tac, Tac, Tac ¡Chin!Tac, Tac, Tac, Tac, Tac ¡Chin!»Se detuvo un momento para estirar los dedos agarra todos por el martilleo incesante de la máquina de escribir. Miró de soslayo a ese papel que había escrito con lo que Alba le había dictado.Suspiró, inquieto y con
Martha entró a la boardilla. Ya llevaba un poco más de una hora en la puerta observando en silencio como su ahijado se torturaba por quién sabe qué hubiera ocurrido.Caminó por el lugar, hasta llegar al lado de Damián. Se detuvo un momento, solo para observar como él seguía con la vista fija en la máquina de escribir.Se lo veía de pésimo humor. De pronto, con un resoplido, volvió a colocar las manos sobre las teclas y siguió con su trabajo. Por el sonido que hacía al escribir, a ella, no le cupo dudas de que él, no parecía de pésimo humor. Sino que, en efecto, lo estaba. Así pues, sin esperar ningún tipo de invitación, corrió la silla que se hallaba vacía al lado de él y se sentó. Ni aun así, teniéndola a su lado, Damián pareció reparar en su presencia. Esa indiferencia no la ofendía en absoluto ¿Por qué lo haría? Si sabía muy bien que, desde niño, él siempre había sido así. Y más aun, cuando algo lo fastidiaba o preocupaba.