Al día siguiente, me desperté y preparé el desayuno para Andrew: un café sin azúcar. Claro, amargo como su vida.
Sonreí mientras lo servía.
Sin embargo su voz me sorprendió.
-¿Por qué será que siempre sonríes?-
Me giré para observarlo. Llevaba un jogging gris y una remera blanca.
Eso era algo poco habitual en él, es más, nunca lo había visto tan informal.
Pero joder no podía mentir, le quedaba irresistiblemente se