Isabel

Al salir del salón de degustaciones, el sol de la tarde neoyorquina nos recibía. Karen, con una energía inagotable, se acercó a mí mientras Liam e Isaac discutían sobre los costos y la logística de los meseros.

—¡Me alegra tanto que vinieras, Isa! —dijo Karen, con una sonrisa radiante—. Tienes un gusto exquisito.

—Solo di mi opinión —respondí, aliviada de que Liam se viera tan relajado.

Karen, con un brillo en los ojos, dirigió la conversación hacia la boda en sí.

—Estoy tan emocionada por el vestido—, dijo, caminando un poco más rápido. —He visto algunos diseños preciosos, pero aún no me decido.

—¿Tienes alguna idea de lo que quieres? —, pregunté, curiosa.

—Me gustaría algo romántico, pero con un toque moderno—, respondió Karen. —Algo que me haga sentir cómoda y radiante, y que le recuerde a Isaac por qué me eligió.

—Suena perfecto—, dije, imaginándola.

De repente, un pensamiento me invadió, junto con una punzada de culpa. Tenía que tantear el terreno. —¿Karen, ya tienes los a