La iglesia

–Estamos reunidos todos aquí, esta tarde, hermosa tarde de noviembre, para celebrar la unión frente a Dios de estos dos jóvenes: Astrid y Santos. –Por fin en la iglesia, las últimas horas fueron eternas, por lo menos para mí. Después de que nos enteráramos que las personas de servicio, a los cuales mi padre había invitado a la boda de su hija mayor, no asistirían por orden de mamá, las cosas cambiaron. No sé cómo era para los demás, pero yo hasta ese momento me sentí muy feliz y afortunada de estar disfrutando de la celebración de la boda, sin embargo, después de ese momento, todo cambió. El fotógrafo no notó nada, Astrid estaba radiante, sus amigas que llegaron a la casa también, mis hermanos, y mamá y papá se mostraron amables y muy elegantes. Milagros no dejaba de quejarse y hacer gestos de negación. De estar

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