El artista

–Otra cosa que nadie sabe, es del talento que tiene Eugenio con el piano. –Chico no pareció inmutarse ante lo que dijera Milagros. Sonrió de oreja a oreja con la misma sinceridad con la que venía hablando. –¿Pasamos al salón?

La cara de la señora Consuelo era de total desprecio. Miró a mi madre con desaprobación y yo permanecí atrás con Milagros.

Sentía mis mejillas hirviendo, tenía mucha vergüenza a pesar de que no fui yo la que habló, pero igual estaban mis hermanos, enrojecidos, con los ojos abiertos, muy abiertos. Astrid nos dirigió una mirada de “no son más mis hermanas” y eso me dolió pero creo que a Milagros no, para nada.

–¿Qué crees que haces? –Mamá pellizcó con fuerza el brazo de Milagros, habló muy bajito mientras el resto caminaba hacia el salón.

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