NOA
De nuevo, tengo la sensación de que el fin de semana ha sido un visto y no visto. El domingo se basó en ir a la finca y limpiar el cercado, reponer agua y heno, revisar los caballos… Siempre acabo molida, pero merece la pena por mis pequeños gigantes.
Entro a clase sin ganas, me siento en la silla y dejo apoyar mi cabeza sobre la mochila que dejo en la mesa.
- Buenos días, nena. – Steve me sacude el pelo dejándomelo hecho un desastre.
- Hoy que no me hable nadie, Steve. – entierro mi cara debajo de mis brazos.
- Uf, tanto positivismo no, por favor. Demasiado para mí.
- Tengo hambre y tengo sueño, no he desayunado por las prisas a llegar tarde.
- Siendo Noa no es bueno esa combinación – ríe burlón. – Anda, luego vamos a la cafetería.
- Oh, sí. Te amo, Steve, tú sí que sabes. – le lanzo besos exagerados al aire y le sonrío.
La profesora entra y lo que dice a continuación hace que se me infle el pecho de felici