Sensato

La traje conmigo a mi despacho y le ofrecí el teléfono de mi escritorio en completo silencio. Siento que me estoy hundiendo en un pozo oscuro y sin salida con cada uno de esos pensamientos que he tenido en cadena.

—Gracias, padre.

—Puedes hablar con tranquilidad, estaré preparando un té mientras tanto— salí de inmediato de mi despacho, no podía permanecer un segundo más bajo esa mirada tan cargada.

Preparé té para los dos mientras esperaba con manos temblorosas que terminara su llamada y se uniera a la mesa conmigo. Aunque hace poco dejé de ayunar, tendré que volver a hacerlo a partir de mañana a raíz de esos malos pensamientos que me están azotando la cabeza. Un mes no es penitencia justa, pero será lo suficiente para recapacitar sobre mis malas acciones.  El mal no puede ser más fuerte que el bien; Dios siempre ilumina los caminos más oscuros y vacíos, dejando su gran luz a la vista de quién la necesita.

Estaba sumido en mis pensamientos, recordando y dejándome en claro que las provocaciones del diablo, son solo eso; una provocación que nunca podrá dominarme, porque mi fe es más grande que el mal de ese ángel caído.

La chica que, aún no sé si nombre, llegó con un poco de dificultad a mi lado. Esa mujer es realmente fuerte, yo no podría dar un solo paso al tener una herida de bala en el estómago.

—Padre, ¿no tiene algo más fuerte que un té? — tomó asiento frente a mí, luego agarró la taza de té e hizo una ligera mueca tras olfatearla.

—Si gustas, puedo prepararte una taza de café.

—¿No tiene whiskey? ¿Ron? ¿Coñac? ¿Una cerveza? — soltó una risita, apoyando los codos sobre la mesa—. Qué tonta soy a veces. Supongo que vino sí, ¿no?

—Cuento con vino.

—¿Qué espera para traerlo y servir una copa? Mi... hermano tardará un par de horas en venir por mí.

—Ese vino no es para beber por deporte. Además, debes comer antes, has perdido sangre.

—Necesito algo potente que me dé fuerza, y de paso que me quite este dolor de cabeza que tengo. La comida o un té no me servirá de nada. En cambio, el vino, aunque es bebida para princesas, es lo único que tengo a la mano.

—Es vino para consagrar; el que uso en la misa y la liturgia. No puedes tomarlo.

—Será una copa — bufó—. No me vaya a decir que no se ha tomado una sola copa de vino fuera de su labor.

Desvié la mirada, y escuché su risa resonar en la pequeña cocina.

—Ay, padre, que pecador y mentiroso es usted, aparte de bien dotado y atractivo — la miré enseguida, de nuevo sintiendo el calor esparcirse por mi rostro—. Es raro ver a un hombre sonrojarse con mis estupideces.

—Traeré la botella de vino — me levanté de inmediato avergonzado—. Ya vuelvo.

—Tome su tiempo — sonrió ladeado.

Hui por el vino con el corazón latiendo fuerte dentro de mi pecho. Nunca antes me habían tirado ese tipo de cumplidos, tal vez, por eso me siento tan avergonzado ahora mismo con ella.

Al regresar a la cocina, un poco más calmado y con la botella de vino, la descubrí buscando algo en específico en la alacena.

—Si tienes hambre, puedo prepararte algo ligero mientras tu hermano llega — dejé la botella sobre la mesa, y negó con la cabeza.

—¿Padre, usted qué come? Por eso es que está tan delgado. Tiene que comer para ganar algo de peso, pronto se verá en los huesos.

—A veces como por fuera. En realidad, casi no cuento con tiempo para ir de compras.

—De ser pueblerina y vecina chismosa, le traería todos los días comida.

Sonreí, a pesar de que su forma de hablar no me agrada mucho, se nota que es buena chica. Quisiera preguntarle la razón por la que la atacaron en la noche, pero no quiero ser atrevido.

—¿Cómo te llamas? Creo, no, estoy muy seguro que no me has dicho tu nombre.

—Samantha — extendió su mano, esbozando una sonrisa muy bonita—. Un gusto conocerlo, padre...

—Logan — estreché su mano, percibiendo en el tacto una corriente por todo el brazo.

—Logan... — desvió la mirada y soltó mi mano—. No había tenido tiempo de decirle, pero gracias por traerme aquí, cuidarme y salvarme quizás de morir. De otro, me hubiera dejado abandonada en la carretera.

—Lo hice con el mayor de los gustos. No podía dejarla en medio de la carretera en ese estado tan crítico, además, tampoco es que tuviera salida con un arma en mi cabeza.

—Le ofrezco una disculpa por eso, es que tenía miedo. Pensé que usted venía a acabar con lo que esos hombres empezaron. Ya ve que es difícil distinguir en la oscuridad quién es quién.

—¿Cuáles hombres? Te puedo acompañar a la estación y poner una denuncia formal.

—No hace falta, dudo mucho que vayan a aparecer de nuevo. Ya sabe, los ladrones no atacan el mismo punto dos veces.

—Con mayor veras tienes que poner el denuncio.

—Tal vez mi hermano se esté haciendo cargo de eso — tomó la botella en su mano y buscó entre las gavetas de la cocina el sacacorchos—. ¿Gusta?

—No, gracias.

—Como sea — abrió la botella de una sola acción, dejándome sorprendido—. Salud, padre Logan —sonrió, antes de darse un trago largo—. Muy dulce para mi gusto.

—Es muy agradable para el paladar — fue todo lo que dije.

—Soy chica de lo amargo y lo fuerte, esto solo me dará más dolor de cabeza — la dejó de mala gana en la encimera de la cocina.

Pensaba decirle algo más, pero los golpes insistentes en la puerta hicieron que me tragara las palabras.

—Ese debe ser mi hermano, siempre está con ganas de explotar de ganas, por eso es que toca de esa manera.

—Debe estar muy preocupado por ti.

Salí de la cocina a abrirle la puerta al hermano de Samantha, pero quedé de piedra al ser recibido por el cañón de un arma.

—¿Dónde está esa m*****a perra? — escupió un hombre con el rostro cubierto por una máscara, empujándome al interior de la iglesia con el arma—. No me haga perder la paciencia y colabore conmigo. Usted es un hombre sensato, así que espero total sinceridad en su palabra, padre.

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