Escupo sangre en el suelo, negándome a darle alguna señal de debilidad, me han capturado y golpeado durante un par de horas, hasta que el mismísimo Saltsman decide aparecer.
— Tienes pelotas, chico — dice con sorna mientras se quita la chaqueta lentamente y la deposita en una mesa metálica a la izquierda — venir aquí, solo... ¿Realmente creías que te saldrías con la tuya?
— Tengo mis momentos — digo intentando sonreír, aunque mi boca está hinchada y sangrante — Tienes suerte de que es fin de semana, pude haber venido con otras intenciones