CAPÍTULO 9.

El sol despertó con suavidad, pintando el cielo con tonos cálidos. Marina sintió como un rayo de sol curioso se filtraba a través de las cortinas, acariciando su rostro con calidez. Se levantó de la cama , sintió una energía vibrante. El relinchar de los caballos resonaba en la distancia y se le ocurrió en ese instante que podría dar un paseo a caballo, algo que no practicaba desde que era muy niña pero sabía que podría hacerlo, ya que su padre le había enseñado muy bien a cabalgar.

—¡Antonia! ¡Buen día!

—¡Niña Marina! —exclamó ésta sorprendida—. Te has levantado muy temprano hoy.

—Sí, querida mía, los rayos del sol me hicieron despertar —respondió—. ¿Es posible que hoy pueda dar un paseo a caballo? —preguntaba mientras pellizcaba el rico pan acabado de salir del horno.

—Claro, por supuesto, niña. Me alegra mucho que tenga esos deseos hoy. Sólo tengo que avisarle a Ezequiel que prepare una de las yeguas más mansas que hay en el establo. Siéntese a desayunar que debe alimentarse bie
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