CAPÍTULO 16.

—¡Mi amor! —exclamó Lupita mientras se apresuraba para abrazar al recién llegado—. ¡Qué sorpresa que hayas venido! —Lo tomó por el brazo y caminaron en dirección a una mesa.

Mauricio se sentó, se quitó el sombrero y lo colocó en el espaldar de la silla. Guadalupe se acercó y lo saludó con mucha alegría al tiempo que lo felicitaba por la noble y peligrosa labor de haber salvado a la yegua y su cría. Todo acontecimiento, bueno o malo, se esparcía rápidamente por los alrededores.

Lupita hablaba sin cesar, le explicaba a Mauricio que lo había ido a buscar y no lo había encontrado, aprovechando en ese momento, de contarle el hecho de que se había encontrado con el novio de Marina, y que le había traído en su camioneta hasta la cantina en un gesto de amabilidad.

—¿Algo te sucede? —preguntó ella, al notar la poca atención que estaba recibiendo—. ¿Estás cansado? Podemos ir a una habitación, hay un par desocupadas desde hace días y, descansas un poco —decía esto en voz muy baja para evitar ser
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