54. Un año
El teléfono de Steve había comenzado a vibrar dentro del bolsillo de su saco, pero él no tuvo de tiempo de atenderlo, porque ahora mismo, estaba entrando a la habitación del hospital donde su padre agonizaba.
Sabía que este momento llegaría algún día, pero a pesar de todo, se sentía sofocado y triste.
Su padre era la única familia cercana que le quedaba, porque para él, su medio hermano era algo así como un desconocido.
Cuando muriera, se quedaría completamente huérfano.
— Steve, no frunzas tanto el ceño o parecerás un viejo amargado, como yo— escuchó la voz débil del hombre que se consumía en la cama.
Steve tragó y camino hasta sentarse en la silla a su lado.
— Padre, ¿cómo te sientes?
— ¿En serio me vas a hacer esa pregunta? – Augusto se permitió sonreír, qué más daba aparentar fortaleza, ya para qué
— Me estoy muriendo y me siento fatal, para qué decirte otra cosa.
— Padre…
— Steve. Te he llamado aquí, hijo, porque el tiempo se me acaba – Augusto suspiró entrando en el tema.
— La