CAPÍTULO 38. YA ME CAE BIEN

Guido arrugó la nariz en cuanto puso el primer pie en aquella habitación. Toda la suite olía como si hubiera sido asaltada por cestos de basura.

Se fue tranquilamente al baño, puso un recipiente grande bajo la llave del agua helada y luego cariñosamente fue a lanzárselo a la cara a su mejor amigo.

Leo se levantó de un salto al sentir el golpe del agua fría, mirando a todos lados como si estuviera listo para pelear.

Se había pasado la última semana ahogado en alcohol, en la misma suite de Génova que había pagado para asistir a la boda de Mía. Apenas era consciente de qué día era y menos de dónde estaba, pero de lo que sí estaba seguro era de que tenía el corazón roto y ninguna fuerza para seguir.

Durante tres días Guido y él habían movido cielo y tierra para encontrar a Mía, pero todo había

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