Estaba junto al coche de Vincenzo, viéndole despedirse de su mujer, Gianna. La mirada de Dante, a mi lado, era pensativa, como si estuviera absorto en sus propios pensamientos. Rompió el silencio con un comentario extraño que me hizo soltar una carcajada seca.
"Se suponía que íbamos a ser nosotros dos", dijo, con un tono algo nostálgico.